sábado, 31 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XXXII)

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  El día 22 por la mañana está previsto que regresen los jóvenes cantantes de su minigira. Se ha contratado el bus para las 3 de la tarde, hora en que llegarán al aeropuerto de Valencia, donde las recogeremos y les brindaremos una estupenda comida en la albufera,  uno de los lugares más preciosos de Valencia.
Todos estamos nerviosos y  contentos, deseando que aparezcan las futuras estrellas. Los niños están terriblemente alborotados: se pegan, se abrazan, lloran, ríen. Todo menos estarse quietos en el asiento. Don Jaime va a perder la paciencia y seguramente nos va a atar a todos en los respectivos asientos para que no corra el riesgo de vérselas con la guardia civil por algún percance. Ya se enteró del incidente de Toni y ha quedado bien apuntado en su libreta mental para que no le suceda algo parecido.
  Silvia es un verdadero primor; tengo que reconocer que es preciosa, espabilada y muy tragona. Ha engordado mucho y ya pesa cuatro kilos y medio. Irma también se ha embellecido tras el alumbramiento: ha estilizado mucho la figura, su cara parece más luminosa, más alegre... Pero Toni es el que más me llama la atención. Tan pronto coge a la niña en brazos y le canta hasta dejarla dormidita, tan pronto le cambia el pañal en cuanto nota que se ensucia, tan pronto le da el biberón.... ¡Vaya suerte que tiene esta niña.
Sol no deja de acercarse a ella y tirarle lo primero que lleva en la mano. Dice que su hermanito será mucho más guapo y que Beto también es más bueno que la pobre criatura, que por no molestar, no llora una sola vez en todo el tiempo que yo voy en el bus, y por la noche en casa, según Toni, la tienen que despertar para que coma. Es un lujo de niña.

  A las 3 en punto, aparecen los cuatro jóvenes con todos sus bártulos a cuestas. Todos nos abalanzamos a felicitarlos y besarlos a la vez.
Las chicas piden socorro:
  --¡Por Dios, Xebi, que me vas a matar, que me haces daño, que me matas a Osquitar, no seas niño y déjame abrazar a solecito!
  ¡Ay, Irma, qué fuerza más brutal tienes, por favor, déjame var a mi sobrina, caramba, no seas animal!
  --¡Abuelo, abuelito mío, qué guapo estás, ven, que te voy a coger a hombros!
Atónitas, vemos cómo Rubén coge en volandas a don Blas y se lo arroja a Ana Nelys en los brazos, la cual lo estrecha fuertemente contra su pecho y le susurra al oído lo mejor que sabe decir. Porque don Blas, rojo como la cereza, también le devuelve el abrazo, y en un rapto de amor y felicidad, la besa en los labios largamente.
  --¡Abuelo, ahora besa a mi novia, guárdale algo de lo que te sobre con Ana.
  Don Blas no sabe hacia dónde dirigirse. ¿Quién es la loca que se ha prendado del niño éste? ¿quién le ha hecho perder el seso a su Rubén Darío?
  Auxy, cariñosísima y empalagosa, se le acerca y lo besa repetidamente.
  --Abuelito lindo: ya no tienes que salir de tu casa. Si la dejas, Anita será tu compañera toda la vida, ¿no te lo ha dicho? Pero además, Rubén y yo nos vamos a quedar en esta ciudad para siempre. YO seré ahora la secre de la discográfica; Rubén será el director. Vamos a poner aquí una sucursal, y los Pacos se encargarán de la de Barcelona.
  --¡Jajajaja, hala, ya te lo ha soltado todo, abuelo, no me ha permitido ni una sola palabra! –y dirigiéndose a Auxy, le estampa un beso sonoro en la mejilla y le dice: ¡a las mujeres no se os carcomerá nunca la lengua, porque la ventiláis al máximo, jajaja!- Don Blas, atónito por lo que oye, se dirige a Ana:
  --Anita, querida mía, ¿y cómo les digo yo a mis hijos lo que te quiero y lo que te necesito a mi lado? ¿tú crees que aceptarán que formemos un hogar?
  --Todo está hablado, no tienes nada que temer. Me costó mucho convencerlos de que seré para ti la mujer que tanto necesitas y que te cuidaré con cariño, esmero y amor. Rubén ha puesto lo demás, hasta que tus hijos han accedido a que pases conmigo el resto de tus días. Seguramente están apunto de llegar también para celebrar este gran día para todos.

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