domingo, 26 de julio de 2020

EL BRAILLE: UN PUNTAZO EN EL CONFINAMIENTO.

Llevamos demasiado tiempo encerrados en casa por culpa de una pandemia que asola al mundo entero. No podemos ir de compras, ni acudir a tertulias o eventos sociales que antes nos permitían relacionarnos con los demás. Hace unos meses no teníamos tiempo para ver  televisión, llamar a un familiar interesándonos por su salud, jugar con los niños… 

Ahora, ese tiempo nos sobra. Sin embargo, las vías para comunicarme con la gente en la distancia me  resultan frías, aburridas. Las voces sintéticas de mi ordenador me molestan.  Prensa y televisión ofrecen una desmesurada información con cifras horrendas de fallecimientos y contagios. NO  soporto los what ssap que me envían con vídeos y fotos que no puedo ver, carentes de textos,  y muchas veces, con bromas de mal gusto. Pero, ¿cómo puedo llenar estos días de soledad obligada? Mi mente está oscura.


De repente, un gran genio llamado Louis Braille, inventor del sistema de lectoescritura táctil que lleva su nombre, basado en tan solo 6 puntos en relieve, y que sacó del  analfabetismo a tantos invidentes hace ya dos siglos.. A mi me trae un rayito de luz:

-¿Dónde están aquellos libros que compraste con la colección “Un libro al mes”, y que dejaste de leer cuando te sumergiste en las tecnologías? ¿Y esas carpetas que contenían tus más íntimos recuerdos de niñez y adolescencia?

¡Bravo, gracias a las sugerencias de Louis, tendría material para entretenerme durante varias semanas! Inmediatamente desconecté la televisión y el ordenador. Subí al trastero de mi vivienda y en cuestión de minutos tuve en mi habitación aquellas cajas llenas de libros, carpetas y recuerdos. Cogí un CD con música relajante y lo dejé sonar.

¡Oh, la carta de Julia, maestra rural del pueblo! Con el alfabeto en mano, ella sola se auto enseñó el Método Braille, y me envió esa misiva que tantos quebraderos de cabeza me dio, al colegio donde yo estudiaba. Intenté leerla en varias posiciones: vertical, horizontal, en perpendicular, pero era imposible descifrarla. Estaba escrita con regleta y punzón, y tras varios intentos llegué a la conclusión de que Julia la había escrito de izquierda a derecha, tal como los videntes escriben con bolígrafo. Por lo que yo debía leerla al contrario, de derecha a izquierda. Tarea ardua con final feliz, ya que pude enterarme de su contenido.

 En este otro compartimento, están los interminables ejercicios matemáticos, con ecuaciones y cálculos que Tomás, mi profesor, me ponía,  y que siempre fracasaba con ellos. Ahora pienso cómo sería hacer esos ejercicios en un ordenador. Seguramente, me resultaría imposible, porque no soy capaz de manejar las filas, celdas y columnas del Excel.

Sigo pasando el dedo por los folios, y una carcajada sale de mi garganta resonando en la estancia. ¡Aquí está el trabajo de Pepe! Se lo puse cuando tuve la dicha de ocupar una plaza como monitora de Braille en la Agencia de la ONCE de Cuenca. Debía escribir 5 palabras relacionadas con el código... Una vez acabó me tendió la hoja: Punzón, papel, Perkins, regleta y…

 -Falta una –le dije sonriendo-.

Leyó varias veces las palabras, insistiendo en que estaban correctas, pero ante mi tenaz negativa volvió a entregarme el papel para que  lo repasara de nuevo.


-Falta una. Aquí pone “puta”.

El sonrojo de Pepe y las risas de todos nosotros hicieron historia. Involuntariamente nos regaló uno de los mejores ratos del curso de aprendizaje y yo decidí guardarme aquella reliquia tan divertida.

Sigo leyendo papeles, y a la vez, escucho la música que me reconforta cada vez más. Entonces me doy cuenta de que si en lugar de leer en Braille lo hiciera con los sintetizadores de voz, sería imposible escuchar ambas cosas a la vez, ya que el sonido entraría por el mismo altavoz. El Braille y la tecnología no están reñidos; si van de la mano, si se complementan debidamente, pueden ayudar más y mejor a la persona ciega para formarse, y ser más autónoma. Pero hay situaciones, como la que ahora comento, en que debemos optar por un sistema u otro.

  ¿Y esto, qué es? ¡Ay, aquí está mi librito con los misterios y la letanía del Santo Rosario! Así titulé a ese manuscrito hecho por mí misma con la ayuda del dictado de mi madre. Lo acaricio y tomo la firme decisión de rezarlo cada día después de haber salido a la terraza para aplaudir con toda mi fuerza a los sanitarios y personal que velan por nuestra salud y lo dan todo por salvarnos del coronavirus.


Levanto la tapa de mi reloj, y en su esfera marcada en Braille, leo: las ocho menos cinco. A esta hora, lo dejo todo. Aplaudo con ganas durante un buen rato. Vuelvo al dormitorio y, rosario y libro en mano, rezo fervientemente pidiendo a Louis que interceda ante el Padre, por todos esos enfermos que sufren, familiares que temen por sus vidas, personal sanitario que aun a riesgo de contagiarse, no cesa en su labor incansable para curarlos.

Termino mis oraciones; ceno cualquier cosa, y me meto en la cama con un libro escrito en Braille que ya he leído cien veces, pero leeré otras tantas. Una paz interior, un sosiego como jamás he sentido antes, me invade por completo. Y ahora, más que nunca, comprendo cuánto significa el sistema de lectoescritura para mí. Gracias a él, que siempre está a nuestro lado en los momentos que más lo necesitamos, me siento acompañada por los amigos, profesores, familiares y personajes de los libros a través de la lectura.
Y poco a poco, me voy quedando dormida. Espero gozar de dulces sueños.

Un abrazo muy fuerte.

María Jesús Cañamares Muñoz

jueves, 2 de julio de 2020

Ensayo sobre sordoceguera



Los seres humanos tendemos a presuponer.

Cuando vemos a un chico Down, por ejemplo, creemos desde ya que no nos entenderemos.

Es más cómodo que molestarnos en observar que cosas puede hacer y cuáles no.


En el caso de la sordoceguera también, pues se cree imposible un diálogo.

Con la población con parálisis cerebral pasa lo mismo. No nos detenemos a ver sus capacidades.

Creo yo que es esta la causa de que se tome a la sordoceguera como la situación más temida del ser humano porque, de alguna forma, aísla al individuo.

Nosotros nos comunicamos de manera distinta.


La lengua de señas no nos sirve porque nosotros no las vemos pero hay otros medios.

Si una persona escribe en imprenta mayúscula en nuestra palma entenderemos, siempre y cuando hayamos sido alfabetizados antes de adquirir la pérdida.

Los ciegos de nacimiento reciben el mensaje mediante braille en palma y hay señas táctiles para los Sordos de nacimiento.

Tenemos diferentes métodos de comunicación, pero la sociedad está convencida de que no hay manera.

La misma Helen Keller, una de las mujeres más importantes de la historia de la sordoceguera, en sus primeros años, antes de tener a su maestra, era incomprensible,y creyeron que jamás podría ser educada. Ella misma fue la primera mujer, con su condición, en graduarse en la universidad, fue oradora, escritora, militante política y feminista.

Solo sus padres vieron su capacidad y pudo romper barreras.


Todo esto, solo para manifestar mi convicción de que no se debe presuponer nunca.

Laura Carolina Trejo.