domingo, 25 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XXVI)

Todas las mujeres que viajamos en el bus, incluida una servidora aunque sea haciendo de tripas corazón por la murga que le tengo a la  parturienta, corremos en su auxilio, mandando a los caballeros con todo respeto y a toda prisa, fuera del coche. Sólo dejamos a Toni junto a ella. Charo García, que a la sazón venía en el auto, y que dijo ser enfermera,  ordena a Toni que acueste a su.. pareja en el suelo del coche, con las piernas bien abiertas. Le quitamos las prendas que más la oprimen y Charo García se arrodilla a su lado con la mano puesta en el vientre. Mientras, al menos veinte celulares salen de bolsillos y carteras y marcan a la vez un número que todos sabemos de memoria: 112.
  --¡me muero, no puedo más, por favor, llamen a un sacerdote! –gime Irma cada vez más débil. Las contracciones son cada vez más fuertes y frecuentes según dice.
  --¡calle usted, respire todo lo profundamente que pueda y no se ponga nerviosa. Abra más las piernas, por Dios.... ¡Haga fuerza, más, Irma, más, que el niño se ahoga! –Charo García iba palpando el vientre de la joven y poniéndole paños de agua fría en la cara.
Los caballeros de vez en cuándo se asomaban a la puerta del bus preguntando qué ocurría y si ya podían subir. ¡Qué caos! La gente que pasaba por la calle se paraban a observar el incidente.
 Irma se aferraba cada vez con más fuerza a las manos de Ton, diciéndole con la voz más y más débil:
  --¡YO me voy a morir aquí, Ton, las contracciones ya son muy fuertes y yo no puedo resistirlas. Cuando nazca nuestro hijo, cuídalo con amor y con entusiasmo. Que no le falte nada. Es el único y último regalo que te dejo en prueba de mi amor.
  --¡calla, por Dios, no me digas esas cosas tan terribles!, no vas a morir, Irma, ¡no puede ser, porque si mueres tú, yo no podré soportar esta carga! ¡Por favor, sé fuerte! ¿Pero qué hemos hecho, Dios mío, para tratarnos así? ¿porqué permites que se me vaya la única mujer a quien amo realmente y que encima me va a dejar con un hijo, para mayor castigo y culpa de mis pecados?
  El camionero dueño del vehículo dañado por el golpe del bus, no paraba de imprecar al conductor, hasta que por fin la  guardia civil intervino para calmarlo y sugerirle que se alejara del lugar, al fin y al cabo, sólo había sufrido un pequeño golpe en el parabrisas del camión.
Uno de los guardias, que al parecer no era muy amigo de la solidaridad, subió al bus y le ordenó a Toni entregarle toda la documentación de que disponía.
  --Ya sabe usted que el carnet se le retirará por seis meses, ¿no? –le espetó sin mirar siquiera la angustia que el chofer reflejaba en su rostro- Eso les pasa por imprudentes y por no cumplir las normas del tráfico.
  --¡Por Dios, ¿es que no ve la situación que estamos viviendo? Jamás he tenido un percance, hoy se me fue la vista al oír el grito de mi... de la madre de mi hijo.
  ¡Hola, ¿conque la madre de su hijo?! NO pude reprimir un gesto de desprecio hacia los dos, pero mi conciencia me dijo rápidamente que la cosa no estaba para rabietas.
  Llegó una unidad móvil de Urgencias. El doctor Manuel Magallanes, un tipo alto y fornido, de tez tostada y ojos de mirada profunda, nos ordenó bajar del bus inmediatamente. Subió junto a Charo García y auscultó a la paciente, que se retorcía de dolor y llanto.
  --¿Cuánto tiempo lleva gestando?
  --Siete meses recién cumplidos –respondió Irma-.
  --¡Mmmm, la criatura corre peligro. No puede dilatarla pero  se ahoga dentro del vientre! ¡Vamos, rápido!
  Cambiaron a la parturienta a la ambulancia y el coche iba a arrancar sin permitir a Toni acompañarlos.
  --¡NO, por favor, déjenme ir, soy el padre!
  --¡Tranquilo, señor, usted irá después! –intervino el guardia que no se movió del lado del bus-. Ahora tenemos que hacer declaraciones sobre el accidente. Ustedes –nos dijo a los viajeros- tendrán otro vehículo enseguida para continuar su camino.
  ¡era una injusticia terrible! Por lo visto todos pensábamos lo mismo. A Toni se le debió permitir asistir al parto de Irma, puesto que era el padre del niño; luego vendrían las declaraciones. ¡No, eso no podía ser!
 Nos hicimos a un lado y unos cuántos, en unos minutos, tomamos una firme decisión. Elegimos como portavoz a Don Blas, ya que era el mayor de los viajeros, y él explicó al guardia nuestro propósito:
  --caballero: dado que otra cosa no podemos hacer en solidaridad con nuestro chofer, hagan lo que hagan no nos moveremos del autocar hasta que lo dejen en libertad para acudir al nacimiento de su hijo. Esto que acaban de hacer es injusto.
  --¡Calma, calma –respondió el guardia-, hay que tomar declaraciones, averiguar las causas del choque con el camión, y una vez diligenciadas las oportunas documentaciones se le dejará en libertad.
  --¡sí, hombre –respondió don Blas- y que se tarden dos días en solucionar una minucia de nada y cuando este pobre hombre llegue al hospital, ya no esté ni la madre ni el niño! ¡NO señor, esto aquí no va a quedar; aunque tengamos que pasar la noche en vela, de aquí no nos vamos si no dejan libre al padre de la criatura!

No hay comentarios:

Publicar un comentario