viernes, 9 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XI )

IV

  Hoy, el bus va a ir por la zona Este de valencia. Esta zona se extiende Del Paseo de la Alameda hacia Blasco Ibáñez, comprende el área entre Primado Reig hacia Avenida de Cataluña y Barcelona y la Avenida del Puerto. La zona Este llega hasta el Cabanyal y se abre al mar hasta llegar a la playa y el puerto: desde Port Saplaya hasta la Malvarrosa y las Arenas. Avenida de Aragón, Cardenal Benlloch o Manuel Candela son las principales vías que conectan el primer tramo de la zona Este, donde se concentra un buen número de facultades.

   Subo en la Avenida Blasco Ibáñez. Estamos en pleno Marzo  y el sol quiere imponerse a las numerosas y densas nubes que cubren el cielo como telarañas.

  En la parada están esperando varias personas, algunas de las cuales ya me son habituales. Don Blas hoy está muy triste, tiene cara de no haber dormido. Ganas me dan de decirle algo pero no me atrevo, ni he venido para eso. El bus hoy tarda en llegar, ¡qué raro! Me entretengo escuchando la charla de los que, como yo, esperamos impacientes a que llegue el coche.

  Paqui Castillo se acerca a Don Blas con una sonrisa en los labios y una pregunta en la lengua que por lo visto no puede reprimir.
  --¿le ocurre argo, Don Bla? Tiene usté un semblante que en ná se parese ar de día atrá.

  --¡Ya lo creo que me ocurre algo, y no muy alegre que digamos!  –le contesta él, secándose con un pañuelo las lágrimas traicioneras que afloran a sus ojos-. Me ocurre que pronto voy a dejar de ser un viajero de ese auto donde tanto tiempo llevo yendo de aquí para allá en compañía de ustedes.
  --¿cómo e eso, se marcha usté a arguna parte?
  --Si Dios no lo remedia, sí. Mis hijos se empeñan en que aquí solo no puedo estar, y mi nieto quiere que me vaya con ellos, e insiste a sus padres para que vengan a buscarme este invierno y me lleven con ellos. Pero yo no quiero. De ningún modo quisiera dejar mi casita tan confortable, ni perder mi independencia y mis amigos. No sé qué puedo hacer, reconozco que voy teniendo años, y cada vez me cuesta más salir solo, pero aun así no quiero salir de esta casa donde he vivido toda mi vida.
  --¿Y dónde viven su hijo? –sigue preguntando Paqui, que ya se va poniendo también seria y triste-.
  --En Barcelona. Mi hijo Paco es dueño de una gran compañía discográfica y  mi nuera, que también se llama Paqui, lleva la Secretaría. Mi nieto todavía estudia, aunque no sé para qué, porque imagino que seguirá el mismo camino que su padre y se quedará con la empresa. Como ya puede conducir, a veces va a la estación a por algún solista o conjunto, con su propio coche, para llevarlo a grabar algún disco a su estudio. O acompaña a algunos grupos en las giras, como chofer, pero esto es muy esporádicamente, ya que sus padres quieren que se ocupe más de sus estudios que de otra cosa. Es un chico muy jovial, muy responsable, mi Rubén.
  --Bueno, don Bla, no se apure usté mucho, ahora cuando venga el bus, le vi a echá uno chistesito que se va usté a meá a la pata abajo, ya verá como pronto se orvida de tó esto –le dice Manolo Vergara tratando de quitar algo de amargura al caballero-. Paqui le da un solemne codazo a su marido y le dice:
  --¡Cállate, Manolo, por Dio, ay que ve, cuanto má serio está el hombre, má tonto te pone tú con tus chiste!, má vale que no abriera la boca y estaría má guapo, te lo he dicho mir vese.
  Manolo hace un mohín de supuesto enfado a su mujer, pero la risa lo traiciona y no puede contenerse. Soltando la carcajada, le espeta:
    --¡Calla tú, paquiya mía, ¿no ve, mi amorsito, que e un gusto viví contigo y oíte gruñí ende que te levanta hasta que te acuesta? ¿No ere capá de hasé pasá a nadie un buen rato con un chiste y haserle olvidá mientra lo que le apena?
Y dirigiéndose a Blas, le dice:
  --Dise la pobre mía que estoy yo má guapo cuando estoy cayao, pero eya se enamoró de mí presisamente porque me pasaba lo poco rato que no veíamo al día contándole chiste y disiéndole piropo, de manera, gúen hombre, que quien entienda a la mujere, que se la yeve. Si no le yego a sortá lo piropo que le yevo dicho, a esta hora no viviríamo junto.
  Don Blas asiente con la cabeza, pero de ningún modo querría que Manolo se liara ahora a contarle chistes y cosas graciosas.
  Ya viene el bus y yo me apresuro a subir dispuesta a ocupar el asiento que me corresponde desde siempre. Pero...
  --¿Ya estás ahí tú, mexicana del demonio, al lado de este bobo que por tu culpa se le va a ir el coche algún día al mar por sólo mirarte?
  NO sé si he dicho la pregunta en voz alta o baja, tal es la rabia que siento en mi pecho oprimido. Lo que sé es que esa.... tonta me ha vuelto a quitar mi sitio y que otra vez, humillada, y por no dejarlos a ustedes con la historia a medias, me tengo que buscar otro espacio.

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