viernes, 26 de agosto de 2022

SEÑORA DESPOBLACIÓN

 Llevo varios años rechazando una posible visita que en absoluto deseo.
Pero me veo impotente para enfrentarme sola a ella.

La señora Despoblación quiere venir a Fuentenava de Jábaga –como ha ido a tantas zonas de España- y vaciar aún más el país. Corre a toda prisa, avanza a ritmo vertiginoso. Y si no le ponemos freno… ¡llegará!, ya lo creo que llegará. Navalón, Sotoca, Fuentesclaras, Villar del Saz y Jábaga forman esta mancomunidad que intenta por todos los medios no dejar marchar a nadie más.

Me duele, y mucho, cuando oigo a los nativos del lugar, que marcharon a la gran ciudad en busca, al parecer, de mejor porvenir decir: “¿pero qué tiene el pueblo que no tenga la ciudad?”, “¿cómo podéis vivir ahí si no hay nada?” O aquello de: “Yo me ahogaría en el pueblo sin alicientes, ni tiendas, discotecas o zonas de ocio”…

Entonces les recuerdo que de aquí eran sus abuelos, padres, y demás familiares, e, incluso, ellos mismos.

Que nuestros antepasados fueron campesinos, ganaderos, obreros de la construcción, resineros, tejeros. Que vendimiaban, segaban la mies o arrancaban los cardos a golpe de horquilla y hoz con las manos llenas de callos por sujetar las empuñaduras de aquellas herramientas. Y nunca abandonaron su lugar de origen ni se quejaron de tedio porque el poco tiempo libre del que disponían, lo pasaban en la taberna jugando al dominó y la baraja; o, simplemente, acudiendo al salón del baile para mover el cuerpo al son del acordeón que tocaba Eloy el ciego en las tardes de fiesta.

Y todos eran felices; estaban tan estrechamente unidos a sus raíces, que nunca oí a ninguno de ellos decir que se sentía solo.

Es ahora, en pleno 2022, cuando, con todas las comodidades de las

capitales; las nuevas tecnologías que ya se han instalado en los hogares más sencillos, la moderna maquinaria que trabaja rápida y eficaz, sustituyendo a la mano del hombre. Es ahora cuando _sí oigo a la gente decir que se siente solo. Los niños ya no ocupan las calles con sus juegos y algarabías como en el pueblo, sino que van a los parques de la ciudad, custodiados por abuelos, niñeras o padres; y a ser posible, sin mezclarse con otros niños desconocidos. Los jóvenes ya no juegan a las cartas; móviles y tabletas son sus compañeros inseparables. Los mayores no salen a la puerta de casa dispuestos a charlar con los vecinos; permanecen en sus hogares consumiendo el tiempo con lo que la televisión les quiera dar. Las consultas de psicología o psiquiatría; clínicas de fisioterapia o quiromasaje, están a tope con pacientes aquejados de dolencias causadas por el estrés. EL pequeño comercio se ve obligado a cerrar debido a que Internet y los grandes almacenes se encargan de facilitar las compras y llevarlas a domicilio. Esa es la vida en la ciudad, mientras los pueblos, paradójicamente, se van llenando de casas reformadas o nuevas pero solo habitadas en los meses estivales cuando la gente huye del calor de las capitales.

Entonces, ¿qué tiene el pueblo que no lo hay en la ciudad?:

Calidad de vida, tranquilidad, y, sobretodo, tus, nuestras raíces más profundas.

Por eso, quejarse de que los pueblos no tienen nada es hablar por hablar.

Mirando al futuro, no muy lejano, me vienen a la mente varias preguntas, pero ninguna respuesta:

Cuando los robots se encarguen de limpiar oficinas y hogares.  Los ordenadores más potentes incorporen herramientas que les permitan pensar por nosotros y tomar decisiones. Cuando no haya necesidad de viajar para descubrir el mundo porque con solo un clic lo tengamos todo en pantalla. Cuando esos mismos ordenadores se encarguen hasta de servirnos la compra en casa o se conviertan en profesores de nuestros hijos sin necesidad de llevarlos al cole, ¿qué haremos con los jóvenes en edad laboral? ¿Cómo y dónde emplearemos nuestro tiempo bien sobrado? NO tendremos excusa para abandonar estos lugares de encanto.

Porque en Jábaga por ejemplo, tenemos una estupenda Asociación de vecinos gestionada por jóvenes ilusionadas que todo el año procuran buscar actividades de entretenimiento. Han logrado revivir algunas de las tradiciones perdidas, como puede ser el canto de los mayos. O la procesión del Cristo el 14 de Septiembre. En febrero invitaron a todo el pueblo y a sus visitantes a vestirse de Carnaval y recorrer las calles. Han conseguido que una profesional ofrezca clases de yoga durante todo el año de forma que tu cuerpo se ponga en forma en el momento que quieras.  Y cada Navidad, invitan a los reyes magos a venir a esta localidad para dejar regalos a los más pequeños.

Puedes traer invitados a la casa rural Figueroa, que cuenta con las más modernas instalaciones de las que puede presumir un local de este tipo: piscina climatizada, sala de fiestas, etc. O disfrutar del polideportivo con campo de fútbol, pista de pádel, piscina para verano… También puedes endulzar tu vida y darle gusto al paladar con los chocolates producidos de forma artesanal en su fábrica Abadía de Jábaga…

En Villar del Saz, en pleno invierno, disfrutaréis de sus fiestas en honor a San Sebastián. Con bailes regionales y el regalo de un panecito de caridad y vino. Y como son muy fiesteros, también el 15 de Agosto te invitan a celebrar la Asunción de la Virgen, que al ser en verano, cuenta con mayor afluencia de público.

Tienes un mercadillo artesanal medieval donde podrás comprar productos hechos por los propios vecinos.

Y si vienes a Navalón puedes visitar, la Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, del siglo XVIII con una gran pila bautismal gótica y de piedra.  Una imagen de la Inmaculada Concepción de Olot. También el 15 de agosto celebran sus Fiestas patronales la Asunción de la Virgen. Y el 15 de mayo: San Isidro. Igual que Jábaga, honran el 14 de septiembre Al Santísimo Cristo.

Sí, ya sé que te preocupa el tema Internet. Tranquilo, tranquila.  Porque recientemente hemos instalado fibra óptica en toda la Mancomunidad para que no te falte de nada.

En Jábaga, su núcleo, Hay escuela infantil, parques, salas de ocio, biblioteca… Y con todo esto, ¿todavía piensas que no hay nada?

Puede que sea ilusa pero aún concibo la esperanza de que Fuentenava de Jábaga vuelva a llenarse de habitantes dispuestos a no dejar entrar a la señora Despoblación.

María Jesús Cañamares Muñoz