sábado, 10 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XII )

Pero de ningún modo estoy dispuesta  a que me ocurra otra vez lo mismo. He de pedirle explicación a Toni del porqué de su descortesía, ¿no habíamos quedado en que desde que empecé la historia hasta que la termine, el asiento de su lado queda reservado para mí? ¿tan poca memoria tiene este pájaro, o tan sorbido le tiene el seso esta mona que dice que tiene no sé cuántos libros por ahí para  publicar pero que nadie le presta la más mínima atención más que el Toni de las narices? ¡Ya te lo diré yo, amiguito, no te preocupes!

  Bueno, pero, ¿y quién soy yo para pedir explicaciones a nadie de su vida? ¿pero qué me pasa? ¿porqué tengo esta rabieta al ver a esa señorita sentada al lado de un simple y mero conductor de autobuses? ¡Ni que fuera el rey de España!
  ¿Pero y porqué ella y no otra ha de ir a su lado? ¿será que....?
  Estamos en la parada que  hay en la avenida Cardenal Benlloch. Suena un móvil insistentemente, ¡el de Toni! Pero en ese momento, el semáforo se pone en rojo y el bus  debe de arrancar hacia la siguiente parada. Él le extiende el móvil a la mexicana, quien, como si conociera al interlocutor desde que llevaba pañales, le habla con toda naturalidad. De repente, deja caer estrepitosamente el teléfono y se abalanza a los brazos del conductor, que, con una mano en el volante y otra en su cintura, la besa largamente sin fijarse en la calle ni en los pasajeros que lleva en el coche.
  ¡Estúpidos, ahora entiendo! ¡Ahora está bien clara la juerga que se han traído conmigo y con el asiento que me corresponde!
  Ella grita a todo pulmón:
  --¡es él, el de la editorial que me recomendó el señor Saúl Orea! ¿Y cómo ha sido que ha llamado a tu teléfono, amor?
  --Porque yo le di permiso. Conozco a don Saúl, y como sabía que te iba a recomendar a esa editorial, le dije que diera también mi número de teléfono por si tú no tenías disponible tu celular. Ahora a esperar que llegue la semana que viene, haces la entrevista y veremos qué ocurre.

  NO lo puedo remediar; cada vez siento más antipatía hacia Toni y hacia su reciente conquista. Si me hubieran dicho lo ocurrido, no habría sentido esta rabia, hubiera buscado otro bus para contarles historias, o incluso habría buscado otro asiento sin hacer reservas. Pero esto, esto era un juego sucio, una traición.

  Estamos en plenas fallas, fiesta típica de la ciudad del Turia. Los falleros visten sus trajes de gala y las bandas sonoras tocan por doquier el himno valenciano. Tracas, flores, jolgorio...

  Voy a contarles un poco en qué consiste esta fiesta, ya que Toni me lo ha explicado con detalle antes de llegar la amiguita mexicana que tanto le absorbe. Verán:

  Todos se animaban, con ese entusiasmo valenciano que se inflama al pensar en fiestas y bullicios. La falla es la fiesta popular por excelencia: una costumbre
árabe, transformada y mejorada a través de los siglos, hasta convertirse en caricatura audaz, en protesta de la plebe. [...] Las fallas las hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche; hasta que, por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la falla, dándole un aspecto artístico. [...] La sátira popular se remontó, metiéndose de rondón en la política y las fallas se convirtieron en burlas al Gobierno y caricaturas de la autoridad.’’ Así de colorista y vivaz es la descripción que de las fallas nos ofrece Vicente Blasco Ibáñez en su novela Arroz y tartana, escrita en 1894.

No hay comentarios:

Publicar un comentario