miércoles, 30 de noviembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( II )

I.

Comienzo mi jornada laboral a las 8 de la mañana de un día cualquiera; un día nublado y desapacible que seguramente nos dejará alguna lluvia, porque en el mes de Enero, en valencia, es lo menos que pueda dejarnos el clima: una lluvia y un viento húmedo y frío.

NO me he fijado límite de la jornada de trabajo, puesto que ni tengo sueldo, ni me ha contratado empresa alguna. Sólo pretendo enterarme de las vivencias y experiencias de cada hijo de vecino que viaje en este bus para contárselo a ustedes. Quizá esta iniciativa me sirva posteriormente para encontrar un empleo estable como cronista, ¡ojalá así sea!

Subo por primera vez a este bus, en la parada que hay en la misma Plaza de España. El auto es de la Fundación ONCE y de la Generalitat Valenciana que lo compraron conjuntamente según me explica Ton, su conductor. Previamente, yo le había expresado mi intención de convertir este coche en el escenario de mi historia, y le pedí su colaboración, que para mí es muy importante. Asimismo le pedí que siempre, hasta que concluya esta narración, me reserve un asiento, si puede ser a su lado, para que en cada parada pueda captar mejor lo que vaya sucediendo.
El auto es,  en verdad,  un lujo: nuevecito, casi recién estrenado, con su rampa para sillas de ruedas, con sus números de asiento y las puertas marcadas en sistema Braille para que los ciegos sepan dónde van ubicados o por qué puerta han entrado o salido. Lleva también un indicador que, por voz, nos va avisando de las paradas próximas, de forma que a no ser por despiste, nadie se puede bajar en una parada no deseada. Esto en lo que al coche se refiere.

Pero..., ¿qué les cuento del conductor? ¡Alucina!: Joven, de mediana estatura, de color castaño claro, con unos ojos verdes como las esmeraldas, penetrantes y una mirada tan dulce y simpática que deja a una servidora medio turulata....

Pero no, no me quiero dejar llevar ya por el flechazo, que no hemos venido para eso.

En la plaza de España está la estatua de Don Rodrigo Díaz de Vivar, (Cid Campeador y conquistador de la ciudad del Turia) montado en su caballo y como expectante para ver quién sube a este bus.

martes, 29 de noviembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( I )

Prólogo

Me pregunto a qué puedo dedicarme laboralmente, tal como está hoy el mercado de trabajo. Pensando pensando, no se me ocurre nada mejor que dedicarme a cronista marujona, oficio que, estoy segura, a mí se me dará muy bien, y a ustedes, queridos lectores, les hará reír o cabrearse, según sople el viento en cada momento.

Para esta narración, que no espero que reciba ningún aplauso pero sí aspiro a que los entretenga un poquito cuando no tengan nada mejor en qué entretenerse, he escogido por escenario un autobús urbano que recorrerá cada día, durante un número indeterminado de veces, parte de la ciudad del Turia. Valencia ha sido y es para mí una ciudad adorable y adorada, donde tengo muy buenos amigos, donde estudié durante 3 años en uno de sus colegios que entonces regentaban las monjas franciscanas.

A Valencia y a los valencianos, pues, tengo mucho que agradecerles y por ello les dedico esta historia de forma especial, pero también a todos los miembros de la lista de Internet Tiflo recursos, muchos de los cuales van a ser protagonistas de las aventuras que voy a narrar. Con ellos pretendo “jugar”, jugar en el mejor de los sentidos, sin ofender, sin criticar, con la sola idea de pasarlo bien con ellos y ellas.

Vaya pues un fuerte abrazo para todos,  y, si tienen paciencia, sigan leyendo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

MATACIEGOS ( II y final )

Pero el hombre se replegó sobre la pared asustado, le pidió perdón en un susurro, y Basilio cerró la boca sin decir ni pío y siguió adelante. Dobló pues la esquina y entró en la calle Almirante. A pocos metros dos hombres hablaban de alguien que acababa de nacer, de algo que les había dejado sin sangre, que era un peligro para cualquiera, pero a aquellas frases cogidas al vuelo le encontraría sentido después, de momento dio unos pasos más, bajó el bordillo para cambiar de acera y zuuummmuuummmuuummmuuummmuuumummm!…  ¡bumm!, salió rodando por un terraplén y aterrizó sin bastón, sin gafas, sin cupones, boca abajo y abrazado a algo que le trajo a la memoria el recuerdo de una tubería. Se incorporó de un respingo, pero sin atreverse a poner en pie.
¿Dónde demonios se había metido? Una obra no podía ser. El día anterior había pasado por allí a última hora y todo estaba perfectamente. Por la noche al terminar el sorteo en la delegación nadie había dicho nada. Por aquellos días, cuando se iniciaban obras en cualquier zona de Madrid, los encargados de las obras a veces, a veces el ayuntamiento, tenían la encomiable costumbre de comunicárselo al delegado de la ONCE. Éste daba instrucciones para que al terminar el sorteo el empleado de turno cogiera el micrófono y lo dijera, para que al día siguiente lo tuvieran en cuenta los vendedores de la zona.
Claro que aquello no era una ley de obligado cumplimiento, era un detalle, mejor dicho, un detallazo que cualquiera podía dejar de tener, pero era raro tratándose, como se trataba, de una calle a espaldas de la delegación precisamente. Una serenata de pasos acelerados le volvió en sí antes de llegar a una conclusión.
“¡Tranquilo, tranquilo! –gritaba un hombre- No se mueva, que ya vamos”.
“¡Tranquilo, tranquilo! –gritaba otro- No SE MUEVA, QUE YA VAMOS”.
Basilio era incapaz de entender nada. ¿Dónde demonios se había caído? ¿Qué peligros tenía alrededor? ¿Por qué tanto empeño en que no se moviera? Llegaron los dos hombres.
“¡Tranquilo, tranquilo! –gritaban- No se mueva”.
Cogiéndolo uno por cada brazo lo pusieron en pie.
“¿Se ha hecho daño? ¿Le duele algo? ¡No se mueva, por favor, no se mueva!”
La crisma no parecía que se le hubiera roto, los brazos, tampoco, pero las “patas” no lo sabía, los hombres lo cogieron en volandas con tal fuerza que no le dejaron dar un paso para comprobar si podía andar o no. Empezaron a subir y por las dificultades que los hombres tenían para respirar Basilio dedujo que se trataba del mismo terraplén que él había bajado con tanta facilidad.
“¿Qué coños es esto?”, preguntó molesto, enfadado, con ganas de liarse a patadas aunque no sabía con quién. Pero en lugar de los hombres le respondió alguien que se asomó al terraplén y dijo en un gruñido: “No, si esto no es una obra que urge, como dicen, esto es un mataciegos, y hasta que no palme alguno, no se quedan a gusto”.
Basilio reconoció la voz de aquel hijo de puta con el que acababa de chocarse, y encomendándose al mismísimo diablo, vomitó el veneno que se le había quedado en el estómago.
“¡Cabrón! ¿Es que no has podido avisarme? Antes te perdoné porque traía dormidas las malas pulgas, pero por mis muertos que ahora te mato vivo. ¡Vaya si te mato! ”
Entonces el hombre que lo llevaba cogido por el brazo izquierdo se lo apretó, bajó la voz, y como en secreto, le dijo: “Cállese, por favor, no le diga nada, es otro ciego que acabamos de sacar ahora mismo y está que bufa”. Y Basilio volvió a perdonarle pues si de algo estaba seguro era de que a un ciego nadie podía exigirle ver.
La gratitud es la memoria del corazón.

domingo, 27 de noviembre de 2011

MATACIEGOS ( I )

Mataciegos

Las obras han sido siempre el mayor enemigo que los ciegos tienen en la calle. A pesar de todo a ninguno con dos dedos de frente se le ocurriría ponerse en contra de ellas. Las obras, tanto las públicas como las privadas, son necesarias unas veces, y otras, inevitables.
De las que sí están en contra es de esas sospechosas obras municipales que no acaban nunca, que nada más terminar vuelven a empezar, que se ejecutan todas a la vez, en las mismas calles, a las mismas horas, sin habilitar accesos alternativos, con cuatro obreros de los que tres y medio miran y el otro medio trabaja sin prisa, y, en no pocas ocasiones, sin tener en cuenta las medidas de seguridad que con tanta demagogia exigen a los particulares. Pero ni éstas que hasta en tiempos de vacas flacas surgen como setas ante los primeros rayos del sol han conseguido meter en casa a los ciegos de este país renunciando al placer, a la necesidad y al derecho de callejear solos como el resto de los ciudadanos.
Es verdad que el que más y el que menos ha tenido que pagar este derecho con un gran susto, con un golpe soberano, con muchos y muchos berrinches, pero una vez a salvo el cabreo se vuelve carcajada y a la calle que es de todos.
Basilio era un gran violonchelista y acabaría formando parte del Sexteto de la ONCE, pero como la mayoría de los jóvenes afiliados, antes de alcanzar este privilegio, fue vendedor. Si algo no le impidió jamás su ceguera total fue el andar por las calles de Madrid mejor que por las calles de su pueblo. Pocas personas en su lugar se movían por Madrid con la soltura que se movía él. Por aquellos días se hospedaba en San Marcos, un hostal ubicado en la calle del mismo nombre, donde se hospedaban la mayoría de los ciegos que iban de paso a la capital de España por estar próximo a la Delegación de la ONCE.
 Aquel día cogió sus cupones y salió del hostal a la hora de todos los días con destino al Paseo de Recoletos donde tenía que hacerse árbol hasta las tantas de la tarde frente al Café Gijón. Era verano y aunque fuera para ir a trabajar daba gloria andar por la calle. Empezó el trayecto como Dios manda: no levantando un pie hasta que no asentara el otro, siguiendo el ¡tac, tac! de sus zapatos al ¡pom, pom! de su bastón, pero nada más dejar San Marcos y entrar en la calle Barbieri aceleró el paso y el ¡tac, tac! de sus zapatos se adelantó al ¡pom, pom! de su bastón. Por Barbieri llegó a Augusto Figueroa sin sufrir percance alguno y al terminar Augusto Figueroa cruzó Barquillo. Se detuvo a desayunar en Riofrío, una cafetería ubicada en la calle Prim esquina con Barquillo. Al salir cruzó Prim con precaución: era paso obligado de muchos ciegos… De nuevo en Barquillo cogió la acera de la derecha y volvió a embalarse.
Caminaba a tal velocidad, con tal soltura que sólo se oía el ¡tac, tac! de sus zapatos; el bastón se quedó sin tiempo para alcanzar el suelo y repetir su ¡pom, pom! Salvó una farola a la izquierda sin rozarla siquiera, rodeó dos papeleras a la derecha con toda naturalidad, esquivó a cuantas personas venían de frente como si las viera, pero a punto de alcanzar la esquina con Almirante, ¡pumba!, se chocó con la cabeza de alguien que medio agachado en el centro de la acera se sacudía el pantalón con las manos. “¡Qué barbaridad! ¿Pero dónde demonios tendrán los ojos? –pensó Basilio mientras abría la boca para preguntárselo en singular, con la mala intención de sacarle los colores, de ponerlo en ridículo - Nada me extraña que les dure la vista toda la vida. Los usan tan poco que ni viviendo cien años se les acaba”. 

sábado, 26 de noviembre de 2011

La alfabetización Braille cambia mi estilo de vida

Hasta mis nueve años, yo era totalmente
analfabeta
; asistía con los niños videntes a la escuela de mi pueblo, pero no tenía ni idea de lo que era leer o escribir, porque yo era ciega y no podía hacerlo como ellos.

     Mis compañeros me leían las lecciones y yo las aprendía de memoria para luego recitárselas a la maestra, sin apenas saber qué era lo que realmente le decía.

     Cuando se trataba de hacer un dictado, los otros niños podían hacerlo escribiendo en sus cuadernos y borrando los errores que pudieran tener. Yo, en cambio, me veía sujeta a un interrogatorio por parte de mi profesora para descubrirle oralmente las faltas de ortografía que, de haber podido escribir con mi puño y letra, hubiera cometido en dicho dictado, sin tener opción de rectificar nada, sin poder borrar ningún error, porque nada había escrito... ¡Eso no era ir a la escuela!, me aburría terriblemente mientras los demás escribían o dibujaban. Envidiaba poder hacerlo como ellos y algunas veces mi madre me daba una cartera en la que guardaba un lapicero, un sacapuntas, una goma de borrar que no me servía de nada porque no veía lo que borraba... y algunas hojas de papel. Pero jamás fui capaz de hacer una letra, lo más que lograba era llenar esa hoja de garabatos y “rayujos”, como les llamaban mis compañeros a mis pobres escritos. Otras veces, le arrebataba a alguna niña su libro de lecturas y yo me inventaba cualquier cuento, que ya antes había oído a mi abuela o a alguna vecina, simulando leerlo en ese libro. ¡Pero no, no me sentía bien, aquello no podía durar mucho tiempo, porque yo no le veía gracia alguna!

     Mi primer contacto con el sistema Braille me causó una tremenda confusión. Inesperadamente,
un día mis padres me hicieron tocar con los dedos
“un cartón que, por el anverso, estaba lleno de agujeros y, por el reverso, de una especie de granitos o pinchos". Lo que no recuerdo es cómo ni por qué cauce llegó a sus manos. Sólo me dijeron que “ese papel era lo que usaban los ciegos para leer”. Como no me había inscrito todavía en ningún centro especializado para ciegos y mis padres no me supieron decir qué significaba aquel cartón agujereado, a mí sólo se me ocurrió coger un alfiler de cabecilla y un papel grueso y pinchar y pinchar, tratando de hacer una réplica o simulacro de aquello. Pero no, eso no era igual que lo que me enseñaron mis padres en otro momento. Por más cuidado que ponía en ello, nunca lograba formar más letras que la A, las demás nunca tenían la misma forma que las del cartón.

     Pasados unos meses, ya pude ir a un colegio de niñas ciegas de Valencia y allí fue donde me dijeron que aquél cartón con agujeritos y granos sería, desde ese momento, el alfabeto con las letras del sistema Braille, un alfabeto diseñado para nosotros, los ciegos, y por el que yo tendría acceso a la lectoescritura y, por lo tanto, a mi formación y cultura.

     Aquella salida del analfabetismo me hizo comprender desde entonces que ya sería igual que el resto de niños con los que antes fui a la escuela, que ya podría escribir y leer como los videntes, solo que con otras técnicas y con otro sistema distinto al suyo. Ahora ya no me aburriría en la clase, porque ya tenía un método para escribir y leer las mismas lecciones que leían los demás niños. Me entusiasmó sobremanera este nuevo reto.

     Primero con pauta y punzón (pizarra y lezna llamaban entonces los de mi pueblo a estos
instrumentos), luego con máquina Perkins y ahora con ordenador, he ido dominando este sistema hasta llegar casi a la perfección. He sido instructora de Braille en la Agencia de la ONCE de Cuenca y posteriormente me dediqué, durante una corta temporada, a transcribir libros deteriorados y pasarlos a limpio para la entonces Biblioteca Central Braille de la Entidad en Madrid.

     Actualmente puedo decir que el sistema de lectoescritura Braille es lo básico, lo esencial en mi vida cotidiana, y que me acompaña las 24 horas del día. Sin el maravilloso invento de Louis Braille, yo no habría sido nada ni nadie en esta vida.

     Puedo saber la hora en mi reloj, porque su esfera está marcada en Braille; la temperatura ambiente o de mi cuerpo con el termómetro, la del horno de la cocina... Tengo acceso al ordenador gracias a la línea Braille de mi Braillelite..., todos los instrumentos antes mencionados están marcados con el sistema Braille. También tengo libros de texto que me amenizan los muchos ratos de ocio y de soledad... Puedo hacer cálculos matemáticos con una caja de aritmética, que tiene una especie de fichas y éstas, a su vez, llevan por una cara los números de los videntes del 1 al 0 y los signos de cálculo matemático y, por la otra cara, llevan dichos números en sistema Braille.
  
 Debido a mi dificultad para comunicarme con los demás en sitios ruidosos, he adquirido también unas placas con el alfabeto Braille y, así, puedo entenderme con cualquiera que sepa leer y escribir, cogiéndome el dedo índice y señalándome las letras del mensaje que quieren transmitirme y que mi oído no capta en ese momento. Las tarjetas para pedir ayuda en la vía pública están también señalizadas con este sistema, para que yo sepa en cada momento qué tipo de ayuda puedo pedir levantando esa tarjeta a la altura de mi hombro.
 

Puede ser ayuda para cruzar una calle, para que me acompañen a la parada de autobús más cercana, para preguntar dónde estoy ubicada en ese momento... Todas y cada una de las tarjetas incluyen el mensaje de petición en tinta y en Braille. Mi baraja, mi parchís, las cartas del tarot me permiten jugar con los videntes con sólo tocar los números en Braille, cosa que ha causado admiración y a veces desconcierto entre los jugadores con visión perfecta, pues no se explicaban cómo, de vez en cuándo, podía hacerles alguna trampilla en el juego sin que se dieran cuenta.

     Debo decir que, además de ser ciega, soy también sorda parcial y no me es posible manejar los aparatos mediante el sintetizador de voz, por lo que el sistema Braille es de todo punto mi única salida al mundo exterior y casi mi único contacto con la sociedad. Mi vida, pues, gira en torno a este sistema.

     ¡Bendito sea Louis Braille por habernos salvado a muchos del aislamiento total o parcial causado por unas limitaciones tan serias como la ceguera y la sordoceguera¡.

Fdo.: María Jesús Cañamares Muñoz.



viernes, 25 de noviembre de 2011

Crónicas de una computadora ( V y FINAL ) RELATO POR ENTREGAS

¿Y si desverificara el altavoz y me quedara en silencio? Me lo pensaré.

No lo he hecho, me da pena que mi ama no pueda hacer nada de nada si no hablo y encima no me ve.

Ya han pasado 15 días desde que el "chivato se largó. Y ya estaba yo cantando victoria pensando que no lo iba a ver más, cuando mi amita se ha presentado con él, colocándolo de nuevo en su sitio. Nos ha hecho "unirnos", y, ¡sorpresa: el "chivato que no funciona!. Ella, naturalmente, ha recurrido a sus aliados de siempre: los dos "tiflos" éstos. Y el uno, que dale aquí, la otra que allí no, que acá, total, que con un simple y tonto cambio de número, el "chivato"
ya se ha puesto a su faena, y mi dueña más contenta que unas Pascuas, mandándome transmitir agradecimientos a esos dos.

Estamos en Marzo. Todo el mundo habla de virus, antivirus y no sé qué historias. Me han metido en otra "jaula", junto al "chivato", naturalmente, y me mueven, me depositan en un lugar, y me sacan de mi encierro. ¡Cielos, me topo con el "tiflo", al que ya casi no recordaba. ¡Y venga a tocarme!, ¡y venga a meterme no sé qué! ¡Ah, sí!, es un antivirus! ¡Hombre, ya me cae mejor el amigo!, por lo menos me ha puesto algo que me protegerá para que no me ponga malito.

¡Será cosa de agradecerlo y portarme como un señor ordenador! Así que lo dejo trabajar sin hacerle ni una trastada, y todos tan contentos.

Hoy es un día de Marzo y mi ama está eufórica porque se ha metido en unos grupos de amigos donde, naturalmente, también me ha metido a mí. Parece que ahí se ha reencontrado con ex profesores y ex compañeros de su colegio y ¡vaya lata que nos dan con sus mensajes de alegrías! Ella vuelve a pasarse hasta las tantas de la noche chateando con ésta y el otro. A veces está eufórica y me trata a cuerpo de rey. Otras en cambio, se enfadan entre los humanos y me aprieta mis "huesos y músculos" furiosa, y se dicen unas cosas... Bueno, yo esto no puedo contarlo, porque sería una traición a mi amiga (¿sabéis que ahora la entiendo mucho mejor, y ella me entiende a mí también y nos hemos hecho cómplices?) Por eso no cuanto absolutamente nada de lo que me dicen ni de lo que yo digo.

Ya han pasado la primavera y el verano, sin novedades dignas de destacar. Mi dueña a veces me da una orden, luego se arrepiente y me manda deshacer ésa, dándome otras, al minuto no sabe cómo decirme que no cumpla la orden antes dictada... y yo me cabreo, me bloqueo, y ya tenemos a "doña tiflo" tocándome por todas partes, hasta que consiguen lo que quieren. Este verano es bochornoso, parece que a mi amiga le aprieta el cansancio y no tengo mucha actividad.

A veces me mete algo en uno de mis "agujeros" y comienza a hablar ella, su voz se clava en "mi cerebro" (disco duro), lo que me ha metido debe de ser un "micrófono" que me taladra, pero que al mismo tiempo me evita mover los "huesos" (teclas), porque cuando ya deja de hablar, ella me toca y yo mando a otro "compañero" todo cuanto ella ha dicho, y me quedo tan descansado.

Este verano también me ha dado buen trabajo una manecita blanda, que parece la de un niño. Me ha dado buenas matracas para que juegue con él y con sus amigos.

Hoy, queriendo o sin querer, me ha ordenado que me silenciara, y yo, naturalmente, he obedecido. Me he quedado mudo. ¡No quieran ni oír los gritos de mí amita al notar mi mudez! Se ha enfadado con los dos: con el niño y conmigo. Pero como ahora los niños son tan listos, y el pobrecito de marras se ha visto muy apurado con los gruñidos de mi ama, rápidamente me ha dicho: "Habla, que la señorita se va a poner enferma". Me ha pinchado en mi ratón para desverificar el silenciador y yo he salido hablando como si nada hubiera pasado.

Y ya estamos en Septiembre. Mi amiga está muy triste; algo gordo le pasa. Tiene muchísimos amigos, sobretodo de allá lejos, de la otra parte del Atlántico, amigos que la quieren y la animan. Que me mandan constantemente sus mensajes de cariño y amistad para que se los transmita. Pero algo no anda bien. Yo sé todo, todo lo tengo en mi "cerebro", pero no me pregunten nada. Yo, fiel a mi labor, y mucho más a ella, jamás lo contaré, aunque me toca compartir sus tristezas y sus alegrías. ¡Así deben de ser los verdaderos amigos!

Fin.

Autor:
María Jesús Cañamares.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Crónicas de una computadora ( IV ) RELATO POR ENTREGAS

Octubre y Noviembre transcurren sin grandes novedades que contar. Mi ama me toca, me ordena, y yo, cuando quiero la obedezco y cuando no me paro y tan tranquilo.

Pero en ese caso, ella pronto se "chiva" a sus amigos los instructores, éstos le dan cuatro órdenes, ella me las aplica a mí, y yo, ¡tonto y buenazo!, a trabajar de nuevo.. Sigo sin hablar con los otros "compañeros" porque ellos no están metidos en esa "red de redes" llamada Internet, y a mi ama parece que no le sirve nada que no esté vinculado ahí. Mejor, así me valora a mí más y los otros se mueren de envidia..

¡Llegó Diciembre, el mes de la Navidad!.

Pero a mí, -o mejor dicho, a los de mi género- el único aguinaldo que se nos da es el triple de actividad. ¡Qué de felicitaciones y tonterías tenemos que recibir y transmitir! ¡Es de locura!

Mi ama me ha llevado a otra estancia donde ahora sí que estoy solo con el "chivato", creo que no es nuestra casa habitual y me aburro como una ostra.

¡Por fin estamos de nuevo en casa! Aquí están los demás "familiares míos": mi "hermano mayor", el escáner y la impresora pero sigo sin unirme a ellos.

Hoy es otro de mis días locos: es 13 de enero, el cumpleaños de mi ama, (sé su nombre pero me tiene prohibido terminantemente decirlo) Mi "corazón" (procesador) late vertiginosamente a toda potencia; casi las 24 horas del día las he pasado recibiendo felicitaciones y transmitiendo agradecimientos. ¡Menos mal que sólo será una vez al año!

Hoy ya estamos en Febrero. Mi dueña se ausentó durante una semana y por primera vez se fue sin mí, cosa que jamás antes había hecho. A su vuelta nos ha puesto en marcha al "chivato" y a mí, pero a él no le ha dado la gana de arrancar. Ella se desespera y me dicta sendas cartas para contar a los dos instructores lo sucedido. Los dos "colegas" me mandan que le diga: que si el "chivato" se habrá quedado congelado debido a las fuertes heladas que están cayendo por aquí. Que si dale aquí; que si ahora allí; que si a lo mejor no tiene batería... Pero, nada, que no hay quien le haga obedecer y mi ama está que echa humo.

La "tiflo" le ha dicho que vendrá a ver al "chivato", y si no consigue que la obedezca se lo llevará no sé dónde, seguro que al "hospital" (tienda de reparaciones).
¡Ojalá sea así!

¡Pues aquí tenemos a la señorita "tiflo", tocándonos y retocándonos al "chivato" y a mí!. Él ha dicho que no arranca ni a la de tres y al final, ¡se lo llevan!, ¡qué bien!, ahora, una de dos: o me dan a mí vacaciones los días que él esté por ahí, o mi ama no se enterará si le hago alguna de las mías; ¡Veremos qué pasa!

Llevo 2 días sin trabajar, pero hoy la nena me ha puesto en marcha, y como no se entera de lo que hablo, me manda que suba el volumen; lo subo a tope pero me desgañito voceando y me temo que al final me voy a quedar afónico, así que antes de que eso suceda, se me está ocurriendo la idea de hacer alguna trastada.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Crónicas de una computadora ( III ) Relato por entregas

El "humano" me está "metiendo algo en mi cerebro", no sé qué es pero me está fastidiando bien. De pronto mi compañero me dicta una orden de aviso y yo doy
un vocinazo. Mi "dueña" me toca un "músculo" (botón) y contesta:

--"¡!Caramba, se me ha helado la sangre al oír el timbre!"

Mi "compi" me dice que le transmita a mi ama lo siguiente:

--Claro, es que te he puesto un sonido fuerte, para que cuando te llamen por chat, te enteres y contestes.

¡Ah, ya, eso era lo que antes me había metido el "humano" en el "cerebro"! Pues ahora pienso chillar con toda mi capacidad cuando alguien me de la orden de aviso para la señorita, ¿qué se creen, que siempre  va uno a estar calladito y trabajando?

Hoy parece que los humanos están de luto. Algunos lloran, porque dicen que nos vamos del piso.

¡Oh, socorro, me meten de nuevo en mi "jaula"! ¿pero dónde me llevan ahora estos "tontos del ala"?...

Estoy en un sitio totalmente distinto al que habitaba hace apenas unas horas. Esta habitación es mucho más bonita. Aquí hay más "trastos": Un "hermano mayor" que es parecido al del piso anterior, con su monitor y su teclado. A mí me han "sentado" encima de otro cacharro que dicen que se llama Escáner, porque no hay más espacio en la mesa. Debajo de nosotros hay dos "accesorios" que se llaman altavoces, y otra máquina que se llama Impresora. Todos están unidos al "hermano mayor". Sin embargo Yo sigo teniendo al "chivato" pegado a mí, ¿porqué?

Mi ama se pega todas las noches unos "chateos" que da asco, porque me tiene hablando hasta las tantas de la madrugada; Algún día se acordará de quién es Toshiba.... Y lo curioso es que casi siempre habla con la misma persona, pero no puedo, no debo decir nada más de ellos.

Ya estamos en pleno agosto y hoy mi ama está muy furiosa. Ha reñido con el que la tenía a todas horas de charla y lo he pagado yo, porque, ¡si vierais con qué mala leche me aprieta mis "huesos" y mis "músculos"! ¡Pobrecita, ahora me da mucha pena y creo que voy a perdonarle todo cuanto me ha hecho trabajar hasta la fecha de hoy!

Mediados de Septiembre. Alguien ha venido a meterme más trabajo: por lo que me voy temiendo, es otra colega del "humano", sí, otra instructora. ¡Ah, pero es una mujer! Lo sé porque me ha mandado ir a su cuenta de correo, así que he "cazado" su nombre. Me manda que haga una cosa, y al minuto, me manda deshacerla y hacer otra; ¡huy, esto no me gusta mucho! ¡Nada, que entre los dos instructores a mí me van a volver loco y medio! ¡Que se vaya la señorita, por favor!

martes, 22 de noviembre de 2011

Crónicas de una computadora ( II ) Relato por entregas

¡Anda, mi madre!, ¿pues no me quiere meter en una "red"? Eso al menos está diciendo: que me va a meter en Internet. Pero no le dejan. Me pincha aquí y allá y ¡nada, que no puede! No me dejan entrar. El "manazas humano" se ha hartado de tocarme, y yo más aún de que me esté fastidiando, así que se ha ido y espero que ya me deje en paz.

Hoy ya es otro día. Todavía no he hablado con mis "compañeros de habitación". Pero el "humano" ya ha logrado meterme en esa red de redes en la que me estoy volviendo loco porque parece una autopista con miles de ramales, y tan pronto me manda que tire por uno, como al rato me desvía por otro. Si me fastidia mucho me paro y no me vuelve a hacer andar. Por lo que me van diciendo y mandando, parece que mi dueña es una chica que no ve ni oye, porque "me palpa constantemente y por todas partes" y además, ella jamás mira mi pantalla, ¡con lo bonita y brillante que es! El "humano" le ha puesto a mi lado otro aparato y me ha unido a él por medio de un cable, y a ése sí que lo palpa y repalpa mi dueña; no sé qué tiene de guapo el tal "chisme", pero a mí me resulta de lo más antipático, porque parece que "le chiva a mi dueña" todo lo que yo digo y hago.

Nuevo día. Hoy he averiguado dos cosas: 1: la habitación donde estamos pertenece a un piso tutelado, donde mi ama vive con otros compañeros, y al parecer están "aprendiendo a darnos órdenes" (los humanos están locos, porque yo me pregunto:

¿quién da las órdenes, nosotros o ellos? Si son ellos los que las dictan y nosotros quienes las ejecutamos, ¿porqué nos llaman "ordenadores"?), y tocan
todos nuestros "huesos" y "músculos" (teclas y botones) como si fueran fisioterapeutas.

2: También hoy he entendido cuáles son las funciones del "chivato": resulta que mi propietaria es, efectivamente, más ciega que un gato de barro, y además oye fatal. "El chivato", por tanto, le "sopla" a ella todo lo que sale en mi pantalla, es decir: todo lo que yo digo y hago, ella lo va leyendo con sus dedos en la línea del "chivato" (Braille-Lite). Eso es posible gracias al programa Jaws, que me hizo "tragar" a mí el "humano" (Instructor Tiflotecnológico de la ONCE para personas sordociegas). Ese programita también hace posible que yo hable como un loro, pero como mi ama no oye, decidieron "encasquetarme" al "chivato", porque tiene una línea braille llena de puntitos; ¡es más feo el trasto éste!, parece que tiene la varicela, todo lleno de puntos y agujeritos.


Estamos a mediados de julio y hoy me he llevado el mayor chasco de mi corta vida. Yo creía que podría hablar con los otros "compañeros de habitación". Y, efectivamente, hablamos, pero decimos lo que los humanos quieren que digamos, es decir, que ellos nos "dictan" lo que tenemos que decir, y por tanto son ellos los que se lo pasan tan lindamente a costa de nosotros. Mi ama me dicta una y mil frases, que yo paso a mi "compañero de habitación" para que él se las transmita al amigo, a la amiga o al profesor de mi ama, según quién esté en ese momento manejando a mi "compi" de al lado; ¿y esto es vida? ¿y para eso me han traído aquí, para trabajar?

lunes, 21 de noviembre de 2011

Reflexiones sobre las elecciones generales del 20 N - ¿Van a votar las personas sordociegas en este 20 N?

Naturalmente. Las personas sordociegas también somos hijas de España y queremos lo mejor para nuestro país. Tenemos derecho a ejercer el voto todos los mayores de edad y por lo tanto, quienes lo han deseado, lo han ejercido, con o sin ayuda.


Aquí quiero llegar: a la ayuda para que nosotros podamos votar.
  Desde hace poco tiempo, y gracias a la lucha constante de nuestra ONCE por conseguir la mayor independencia posible de sus afiliados, el estado Español nos concedió el voto accesible. Es decir: las papeletas que para un ciudadano sin ninguna minusvalía están impresas en tinta, nosotros las podemos recibir en Braille y votar con más y mayor seguridad e independencia. Hasta aquí, todo bien.
A pesar de este avance del voto accesible, existen dos escollos que salvar a cuál mayor: Uno: el voto por lo menos para mí, nunca sería secreto. Porque aquí en Jábaga, la única persona con discapacidad audiovisual soy yo, por lo que mi papeleta en braille no serviría para votar secretamente ya que al tiempo que está impresa en braille también lo está en tinta. Sólo puedo optar a pedir ayuda a alguien que me diga de qué partido son las papeletas, pero esto nunca sabré si es secreto o no porque cabe la posibilidad de que me las manipulen.
2. Otro gran escollo, general para todos nosotros, es la información, o el acceso a ella. La gente que ve, aunque no oiga, ve la forma de comportarse de los políticos, ve las noticias, y más o menos sabe qué se cuece en el horno político.
Quienes oyen, aunque no vean, están oyendo las noticias, los insultos mutuos, la propaganda de cada partido... Y además pueden leer perfectamente los periódicos (yo también lo hago porque gracias a mi resto auditivo y mis pocos estudios, conservo el acceso al contexto y el lenguaje oral, por lo que entiendo lo que leo).
Quienes ya lo tienen mucho peor son los que no ven ni oyen nada. La mayoría no conocen el lenguaje, no conocen el acceso al contexto, y por lo tanto se supone que no comprenden lo que dice la tele o la radio, o los periódicos.
Son un elevado porcentaje de personas que el estado y las asociaciones de sordos y sordociegos deberían cuidar más, darles todo tipo de información antes de que ejerzan su voto, porque de lo contrario, votarán por votar, sin saber a quién. O lo que es peor: votarán a quienes otros les digan.
Pienso que en las campañas electorales deberían ponernos el servicio de guía intérpretes a aquellos que queramos asistir a un mitin, o que al  menos dos días en semana nos leyeran y comentaran las noticias, tener alguna conferencia sobre este tema con expertos políticos neutrales que nos orientaran un poco sobre la situación.
Eso sería fructífero para todos: quizá votara más gente y no lo hiciéramos a tontas y locas. Además, sería una total prueba de que de verdad nos quieren integrar en la Sociedad.

Fdo.: Mª Jesús Cañamares.    

domingo, 20 de noviembre de 2011

Crónicas de una computadora ( I) NUEVO RELATO POR ENTREGAS

No sé cuándo nací ni cómo me llamo, porque los humanos no acaban de ponerse nunca de acuerdo: unos me llaman "computadora" o simplemente "compu"; otros me llaman "ordenador", y los más modernos, esos jóvenes que creen saberlo todo y ser los más perfectos del siglo, me llaman, en su jerga tonta e insulsa, "ordenata". Mi apellido, eso sí, es Toshiba, así que supongo que mis "padres" serán japoneses. Tengo algo más de un año y medio de vida, y ahora les contaré mis crónicas, lo que me ha sucedido y lo que he vivido en este corto lapso de tiempo.

Cuando "nací" supe que, aun siendo una máquina, tenía mucha más capacidad de memoria que los humanos; tengo un "cerebro" (disco duro) prodigiosísimo, para almacenar lo que me convenga por mucho tiempo, o borrarlo cuando me dé la gana. Tengo otra memoria más (la RAM) que me permite retener muchísimos datos al mismo tiempo para poder hacer varias tareas simultaneas, cosa imposible en un humano. Mi "corazón” (procesador) es superpotente, y aunque esté a tope de actividad no duele, nunca se cansa.

El día que nací me acoplaron en una "jaula" (maletín de cartón), al que previamente habían atiborrado de almohadillas de esponja, (¡qué blandito estaba allí!), pero también la llenaron de algo que me apretaba en grado sumo y me estaba incordiando, creo que se llaman "accesorios". Me taparon como si temieran que me constipara y me llevaron Dios sabe dónde. Antes de taparme pude comprobar que iban a hacer lo propio con otros compañeros de viaje. Un viaje larguísimo y aburrido.

Por fin, me han traído a un lugar donde estoy reposando lleno de tedio y deseando que alguien me saque de mi "jaula".

Hoy, un día cualquiera del mes de Marzo, me están moviendo, me agarran del asa del maletín y me llevan a otro sitio; ¡veremos si allí estoy mejor!

¡Caramba, por fin me destapan, me sacan de la "madriguera" y, para mi asombro, noto un montón de miradas sobre mí y manos que me tocan, me retocan, me acarician...!, ¿dónde estaré?.

¡Ah, qué sorpresa!: a mi lado, en otra mesa, hay un "hermano pequeño" (otro ordenador portátil como yo), y a su lado, otro "hermano mayor", que ése no es tan portátil porque debe de pesar lo suyo y además lleva aparejados dos trastos más que dicen que se llaman "teclado" y "pantalla o monitor". Pero al menos ya tengo con quién hablar, creo yo. Esta estancia es cómoda, pero, no sé, aquí vive gente un poco extraña. Tengo que averiguar de quién se trata. De momento todo son piropos para mí y bromas para la que, según he entendido, es "mi dueña". Alguien me está metiendo cosas por todos mis "poros" (conectores), me está fastidiando, venga a tocarme aquí y allá; ¡me va a hacer que me cabree (que tengo mal genio cuando me pinchan) y me voy a parar sin avisar! ¡Qué requetepesado es este "humano"!, ¿pues no me está haciendo "tragar programas a porrillo"? ¿Pero qué pretende?: que si el Jaws; que si el Word; que si el Google; que Si el Microsoft AcAccess; que si el Windows Messenger; que si...

sábado, 19 de noviembre de 2011

Adiós a Betty

Hola, Betty : hoy te hablo desde el Cielo.  

Me fui del purgatorio, donde tú te has quedado; de un purgatorio llamado Tierra, donde pasé todos estos años, donde sufrí y lloré tanto, y donde tú fuiste
la mayor pena de mis últimos días.   

  Me fui ayer, sin ruido, sin que tú te enterases de mi partida.  

  Partí justo cuando daban las últimas campanadas que anunciaban la transición de un día al otro día.  

  NO, no quise hacer ruido, no quise decirte adiós, ¿para qué?  

Tú te quedaste ahí, en ese mundo lleno de sufrimiento y dolor llamado terreno o terrenal; seguramente sentado en tu cómodo sillón de oficina, frente a tu computadora, rodeado de blandos cojines y abrigado con un pijama de franela y un batín grueso para que tus delicados huesos de hombre bien, de niño bien,
no se enfríen ni se rompan.  

Te quedaste ahí, seguramente leyendo una carta de amor que alguien te había escrito no hacía mucho. O..., quizá, escribiéndola tú.  

O... quizá también lo que hacías era pensar la forma en que me ibas a despreciar en cuanto la ocasión se te presentara...., en lo que me ibas a decir y
hacer y que me causara más dolor...  

Pero dios quiso que yo partiera antes de que tus pensamientos pudieran llegar a ser acciones.  

Y ahora, te hablo desde el Cielo, Betty, para decirte que soy feliz, que aquí nada es verdad ni mentira, que no hay ni hambre, ni sed, ni dolor, ni sufrimiento, que no hay ni amistad ni enemistad; no existe la mentira ni el rencor, ni el horror ni la injusticia...  

Aquí no existe nada, Betty, ¡¡!¡nada!!!!  
Soy feliz, porque abandoné este mundo donde tú te quedaste, sin ruido, sin remordimientos de conciencia por los que pedirte perdón. Mientras que tú, Beti, tenías muchos motivos para que tu conciencia fuera bien examinada, pero ya es demasiado tarde. Yo ya no estoy contigo, ya nada puedes hacer ni decir. El
arrepentimiento, si es que lo hay, ya no me llegará a estas dimensiones.  

Ya sólo queda tu recuerdo, el recuerdo que te arranqué de la tierra y me traje conmigo al cielo.    

Autor: María Jesús Cañamares Muñoz.

viernes, 18 de noviembre de 2011

LA SEÑORA HARTURA

Dice mi compadre que la señora Hartura es muy fea y mala. Fea sí que es la pobre, pero mala... ¿Y porqué va a ser mala la señora hartura, digo yo?

Esta dama vive en todas partes, es astuta como una zorra y sabia como una Enciclopedia; para todo tiene remedio. YO diría que incluso lo tiene hasta para la muerte. Cuando yo le digo que estoy harta de este dolor de corazón que siento, me dice:¡Mal de amores; eso te lo quito yo ahora mismo!... Y me manda al carajo a quienquiera que me produzca ese mal.

La señora Hartura es vieja, tiene siglos de vida, aunque ahora más que nunca aparece por todas partes y a todas horas. Aconseja a gente de todos los países, religiones, razas y estatus sociales. Su físico no es nada atractivo:

Una cabeza cubierta con cuatro pelos más blancos que la nieve, recogidos en un moño, sujeto por horquillas y una “paineta”, como ella dice. La narizota larga y torcida muestra dos abismales agujeros rodeados de pelillos que se le ven de a legua; ella dice que esos pelos son los que nos protegen de los microbios que nos trae el aire cuando aspiramos, y además son los encubridores de los mocos... Los ojos grandes como platos, vigilan a todo el mundo y a toda hora y según lo que ven, así ella juzga o aconseja. La boca parece la de un volcán, pero rodeada por unos dientes largos y negros como el carbón, llenos de sarro, y una lengua siempre presta a soltar al prójimo lo primero que se le viene a mano. Tiene unos pechos como cántaros de barro repletos de miel, pechos que aún mantiene intactos, sin que ningún humano haya podido extraer de ellos una sola gota de leche, ya que la señora Hartura se basta y sobra sola y nunca ha querido compañías masculinas que le compliquen la vida llenándola de hijos. Parece mentira, porque en su voluminoso vientre parece que haya toda una humanidad gestándose...

Dicen las malas lenguas que el señor Hastío bien que la pretendió durante años, y miren que harían una pareja sin igual, ya que los dos son almas gemelas y se compenetrarían perfectamente. ¡Pues no, señores, nunca quiso saber nada del señor Hastío ni de ningún otro señor de bien o de mal. Pero volvamos a lo nuestro.

El culo de la señora hartura ni se le ve cubierto, ni descubierto; debe tener unas almorranas terribles que le deben de resultar muy dolorosas porque la pobre siempre lleva una mano puesta en esta parte del cuerpo como para sostenerse la almorrana. Pero ella no puede, no tiene a quién quejarse: ¡se llama Hartura y no puede contarle a nadie sus males so pena de perder su dignidad...

Seguramente, y según ustedes vayan teniendo la paciencia suficiente para leer esta narración, se estarán preguntando quién es la señora hartura y con qué derecho ha entrado en nuestras vidas sin pedirnos permiso.

¡Cuidado!, la culpa no es suya, sino nuestra. Queriendo o sin querer, nosotros mismos la llamamos a cada momento, y le contamos nuestras penas, entonces, si ella acude presurosa y nos ayuda, ¿porqué decimos que es mala?:

-¡Estoy harta de trabajar!

-¡Tranquila, hija; si el trabajo es fijo y bien pagado, trabaja menos, total, te lo van a pagar igual y tú vas a descansar...

Si es temporal, hazte la remolona cuando te diga que
te muevas y mientras, hazte amiga del jefe para que te renueven os contratos.

-¡Estoy harta de la casa, de mi marido, de no poder salir los fines de semana porque tengo acumuladas las coladas, la limpieza, la compra que no he podido hacer durante los días laborales”

-¡Ni rechistes; no haberte casado! Pero ya que lo hiciste, aún estás a tiempo de ser libre: sepárate y vive tu vida. Si has de trabajar algo más para ganar más dinero, te fastidias y trabajas pero vale más que soportar a un ser del que ya estás harta!

-¡Estoy harta de algunos que me atosigan a todas horas por el medio que sea!

-¡Eso tiene remedio!: El teléfono tiene identificador de llamadas; si sabes de quién procede la llamada, ni cogerlo. Si no lo sabes y tienes que descolgar, en cuanto conozcas al poseso, obseso, perseguidor o lo que sea, déjalo con la palabra en la boca.

En Internet, el bloqueo y sanseacabó.
En la calle, como que no lo ves, cruza la acera y ni vuelvas la cabeza....

-¡Estoy harta de la vida!

-¡NO me extraña, no os conformáis con nada y todo lo que tenéis, aunque sea más moderno y cómodo, os cansa! Pero para eso estoy yo, la señora Hartura, para decirte lo que tienes que hacer:

Si te es posible, cambia totalmente de vida. Pero eso sí: ¡ni se te ocurra acabarla tú misma! La vida es bella a pesar de todos los palos que en ella recibimos, por lo tanto, al ser un ciclo que empieza y que tiene que terminar, déjala correr, vívela lo mejor que sepas y puedas, y ella solita se acabará. Te lo dice la señora Hartura.

Díganme, lectores, ¿es mala esta señora, después de todos los consejos que nos ha dado?

YO creo que no es del todo mala si la sabemos evitar y no llamarla tan a menudo; miren que tiene a muchos que atender y también ella se puede hartar.

Fin

Autora: María  Jesús Cañamares.