miércoles, 31 de octubre de 2012

Flores y dulces para nuestras ánimas

Hola: Hoy quiero contaros cómo se celebra en mi pueblo la festividad de todos los Santos. Es una fecha triste, llena de silencio, de recuerdos, de flores en el cementerio, de dulces que, según los mayores del lugar, han de hacerse para que Las Ánimas los coman por las noches cuando nos visiten...

  Digo que es una fecha triste, porque creo que dramatizamos demasiado la muerte. En otros países de América y de África, la muerte es celebrada con bailes, comidas abundantes y jolgorio, ya que simboliza un encuentro del fallecido con Dios o con aquellos ídolos religiosos a los que ellos adoran. Pero en España, la muerte representa para nosotros un verdadero trauma.

Yo he vivido tiempos en que al difunto se le velaba en su propia casa durante todo el día si fallecía de madrugada, durante la noche, y después pasábamos 3 noches más rezando oraciones en la casa aunque él o ella no estuvieran ya en cuerpo presente. Ahora, la mayoría de familias llevan al ser perdido a un tanatorio donde los familiares lo velan pero con todas las comodidades: hay sofás donde sentarse, bar para tomar algo, y además de la limpieza de la sala se encargan trabajadores y no los mismos familiares como harían en su casa.

  Pero se sigue dramatizando la muerte, algo que no debería ser así porque para mí, la muerte no es más que el fin del ciclo vital. Igual que un reloj dura andando mientras tiene la maquinaria en óptimas condiciones, pero deja de caminar cuando ésta falla, de la misma manera nuestro cuerpo tiene vida mientras el corazón camina y el cerebro da órdenes a los demás miembros. En el momento en que el corazón deja de latir, el ciclo vital se termina. Es ley natural que todos deberíamos aceptar sin mayor dramatismo. Yo no sé si habrá o no otra vida más allá de la muerte, yo no lo creo, pero si la hay, deberíamos morir con alegría, ya que en la segunda vida nos reencontraríamos con nuestros seres queridos.

  Pero vayamos a la festividad de todos los santos.

Aquí en Jábaga, la víspera, se llevan flores al cementerio: unas, naturales, que los propios vecinos cultivan en sus huertos. Otras, también naturales pero de floristerías. Y otras artificiales que si bien no son tan bonitas, duran todo el año, o a veces más, sin estropearse. El camposanto se llena de colores y vida gracias a estas flores y da la sensación de que uno está en un jardín, aunque los cipreses y las lápidas, pronto nos recuerdan que es el campo donde descansan nuestros familiares y amigos.

  El día 1 de Noviembre, se celebra la Misa por todos los difuntos.

Por la tarde, los vecinos vamos al cementerio precedidos de nuestro Párroco quien por el camino va rezando el santo Rosario. Llegados ahí, se cantan unos responsos y ya cada vecino se dirige a las lápidas de sus familiares pero conversando, visitándose de unos a otros, e incluso ya cae alguna sonrisa por algún dicho o acontecimiento.

  Al bajar del camposanto, en la mayoría de las casas del pueblo se suele preparar todo tipo de dulces para esas fechas: buñuelos de viento, huesos de santo, puches, chocolate, picatostes... Naturalmente somos nosotros, los vivos, quienes nos los comemos o cenamos, pero la costumbre popular y muy antigua es que éstos se preparan para que las ánimas “mojen los picatostes en los puches y el chocolate”.

  Algunos amigos o familiares cocinan en una casa y se reúnen un montón de gente para comer y festejar esta noche de embrujos, espiritismo y, en muchas ocasiones, tristeza por la ausencia de estos seres a quienes tanto queríamos y ya no están.

  ¿Qué son los puches?
Aquí os dejo la receta por si los queréis probar. Tienen algunas pequeñas variantes según los gustos, por ejemplo, hay quien los hace con agua, o quien los prepara con leche. Hay quien les echa azúcar, o quien les echa miel para endulzar. También hay quien echa un poquito de chocolate en polvo junto con la leche o el agua para que los puches sepan a chocolate... En fin, que sobre gustos no hay nada escrito:

Receta de puches.
Ingredientes
3 cucharadas soperas de harina
3 cucharadas soperas muy colmadas de azúcar o miel
100 ml de aceite de oliva
Un trozo de pan de pueblo del día anterior
250 ml de agua o leche
Canela para adornar


Preparación

1. Cortar el pan en cuadrados pequeños —en casa los llamamos chicharrones—.
2. Freírlo en una sartencilla con aceite de oliva bien caliente. Retirar del fuego en seguida para que no se queme. Poner a escurrir en un papel de cocina.
3. Quitar un poco de aceite y dejar en la sartén el equivalente a tres cucharadas soperas.
4. A continuación poner la harina y el azúcar, y dejar que se tueste a fuego medio, dándole vueltas con una cuchara de madera.
5. Cuando esté tostado y la harina haya perdido su sabor, echar el agua templada, y poco a poco, con unas varillas, ir formando una masa, dándole vueltas hasta que espese.
6. Retirar del fuego cuando empiece a hacer burbujas.

Se sirve caliente en un recipiente de barro, espolvoreando canela y con el pan frito por encima. A mí personalmente la canela no me gusta, por lo tanto aquí no se le echa.

  ¿Qué son los picatostes?

Ahora os lo cuento. A mí me encantan.
y fijaros que es una recetas super sencilla, porque es pan frito, pero el secreto es que en mi pueblo se usa el pan pan ( que es pan de pueblo) que tiene una miga más compacta.

También los puedes hacer con pan de barra, lo que pasa es que la rebanada es más pequeña, y claro el sabor no es el mismo.

Los ingredientes para hacer los picatostes son:

-Pan pan
- Aceite de oliva

La elaboración es muy sencilla, cortamos las rodajas del pan pan y las freimos en abundante aceite.
Los escurrimos en papel absorbente y los ponemos en un plato le hechamos un chorreón de vino tinto o blanco como tu prefieras, y azúcar por encima espolvoreada.

¡Que os aproveche!

No hay comentarios:

Publicar un comentario