Suerte es una figurita muy importante, aunque casi todos
decimos no conocerla.
Algunos la tildan “de _mala”, otros “de _buena”.
Hay
quienes dicen que les vuelve la espalda; pero Suerte no niega su mano a quien la
precise, es educada aunque de tonta no tiene un pelo y sabe bien quiénes la
necesitan y quiénes la llaman por probar su paciencia.
Cuando más la requieren
es en Navidad y van a buscarla desde todos los rincones de la ciudad para que
los acompañe pero este año ha decidido salir a la calle disfrazada de mendiga,
así no la atosigarán, podrá pasear tranquila y escoger cuidadosamente a quién
acompañar y a quién no. Coge su bastón, se viste con la peor ropa y sale.
Es el día 22 de Diciembre y los niños del colegio de san
Ildefonso cantan desde las 8 de la mañana números y más números buscando a la
suerte para que unos pocos ciudadanos se hagan millonarios. Nieva con fuerza y
el frío penetra en los huesos. Nadie parece reconocerla con su vestido azul
marino lleno de cosidos, un gorro de lana descolorido por el uso y unos zapatos
que han recorrido ya muchos kilómetros a juzgar por el estado deplorable en que
se encuentran. Entra en un bar para implorar un café caliente y oye una
conversación entre los parroquianos:
-¡Maldita
sea mi suerte, siempre igual; llevo 4 décimos y nada!
-Yo no
conozco la suerte; en mi familia todo son problemas y enfermedades, está visto
que la suerte me vuelve la espalda. También llevo 6 décimos distintos y no me
ha tocado un euro.
Suerte pensó que si tantos décimos habían comprado no
estarían tan carentes de dinero, y encima maldiciéndola y acusándola de darles la
espalda. Pues no sería ella quien los siguiera a ningún sitio. Tomó el café que
el camarero le regaló por caridad, y salió al exterior.
Los niños jugaban haciendo bolas y muñecos de nieve
tirándoselas unos a otros; las señoras corrían de un lado para otro ultimando
sus compras navideñas, y en los centros comerciales sonaban constantemente los
villancicos. En la puerta de un lujoso hotel, dos hombres se despedían:
-¡Que te acompañe la suerte y no
se entere tu mujer, yo no diré nada, descuida.
-Gracias, Luis; si se cumple tu
deseo podremos volver a estar juntos en nochevieja, he pagado un dineral para
el cotillón pero ella se lo merece, ¡es tan joven, tan bonita, tan…!
“¡Hola, infidelidades
tenemos! –se dijo Suerte para sí-, ¿y quieren que los acompañe yo? ¡Ni hablar,
de complicidades ni hablar!”
La gente pasaba a su
lado pero aun viéndola en un estado de pobreza tan extremo nadie le ofrecía un
bocado o un abrigo. No sabía dónde ir, parecía que tenía que socorrer a todo el
mundo pero a ella nadie la ayudaría.
Al atardecer, vencida por el cansancio se dirigía cabizbaja
a su casa, cruzó un parque y se fijó en una figura tan estrafalaria como la
suya; se le acercó para verlo mejor. Era un pobre niño que no tendría más de 12
años, delgadísimo y harapiento. Ella le preguntó:
-¿Qué haces
aquí sentado? ¿no ves que te vas a enfriar?
-¿Y dónde
quiere usted que vaya, si no tengo en el bolsillo más que un mendrugo de pan
duro?
-¿Y qué
piensas hacer, seguir así todos los días de tu vida? ¿No tienes familia?
-Somos una
familia desahuciada, mi padre no tiene trabajo, no podíamos mantener la casa y
nos echaron a puntapiés de ella. Mis 3 hermanos menores se van con mis padres
todos los días a mendigar por ahí pero a mí me da mucha vergüenza y prefiero
esperar sentado en un banco algún golpe de suerte que nos saque de esta
situación.
Suerte tendió la mano hacia el chico y le dijo:
-Vamos
juntos a pasear y me sigues contando vuestra historia, ¿te parece?
Así lo hicieron, y a los pocos metros, ella ordenó:
-Mira, haz
el favor de coger ese papel que han dejado ahí tirado, la gente es muy
descuidada.
Cuando el chaval se agachó para coger el papel, recibió un
gran golpe en la espalda; se levantó y protestó:
-¡Ay, vaya golpe que me ha atizado
usted, caramba!
-¿No
querías un golpe de suerte? –dijo ella muerta de risa- Lo empujó suavemente
hasta la puerta de la administración de loterías, le mandó extender el papel
ante los ojos del dependiente, y éste exclamó:
-¡Qué
suerte, te ha tocado el gordo!
Fdo.: Lucecita
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