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viernes, 2 de septiembre de 2022

DONDE ME LLEVEN MIS ZAPATOS.

Una vez más, empezamos el día discutiendo. Ya eran 12 años de
ataduras y servilismo. Pero no podía quejarme porque siempre  soltaba la misma ristra de refranes que me sacaban de mis casillas:

Zapatero, a tus zapatos.

Y yo, humillada ante sus _amiguetes_, me veía relegada a la cocina para prepararles puntualmente su comida.

Cuando ya tenían los platos llenos, mi marido no dudaba en mandarme de nuevo a cualquier sitio menos a su lado. Los amigos le amonestaban, pidiendo mi presencia allí pero él  respondía siempre con otro de sus refranes favoritos:

Molesta como piedra en el zapato.

Y en nuestras trifulcas casi diarias, no dudaba en decirme aquello de que no le llegaba  ni a la suela de sus zapatos, enalteciéndose como si fuese un gran señor, mientras que yo, a su lado, era una personita insignificante que solo valía para tareas domésticas o caprichos corporales.

Mil veces me planteé escapar de su lado, incapaz de soportarlo por más tiempo. Y cuando se lo decía, recibía la amenaza por respuesta.

Pero él sí se ausentaba muchas noches de la casa sin dar explicaciones.

Volvía a veces ebrio y al día siguiente desaparecía de nuevo sin dejar rastro. Cada vez llegaba menos dinero a mis manos y no sabía en qué otro lugar se quedaba, aunque comencé a sospechar…

Y una de aquellas noches, en las que el sueño se negaba a ayudarme, desde mi alcoba matrimonial escuché siseos, y hasta gemidos. Pensé que sería el perro llamando al del vecino. Pero cada vez esos gemidos iban en aumento.

Me levanté de la cama, cubrí mis pies con las chanclas y el cuerpo con una bata. Con sigilo me dirigí al lugar de donde escuchaba aquellos sonidos. Y…

¡Allí estaban, en el dormitorio que habíamos reservado para las ocasiones en que nos visitaran las familias o amigos! Sí, claramente pude distinguir, a la tenue luz de una linterna diminuta, dos figuras que retozaban en la cama al ritmo de risas y gritos de gozo. No lo dudé. Eran ellos: mi marido y su amante de turno.

Los increpé a ambos empleando todo el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

– ¿Qué es esto? ¿Por qué está aquí esta descarada? –inquirí con toda mi furia.

Ella soltó una carcajada y respondió tranquilamente:

 Zapato de tres, de la primera que llega es.

Siguieron su periplo sexual como si yo no fuera nadie.

Azotada cruelmente por el dolor y la rabia marché de nuevo a mi habitación. Imploré al Cielo que me iluminara con alguna idea para salir de este infierno.

Y cuando los ojos se me secaron, la luz acudió a ellos. Antes de que saliera el sol y se complicara mi huida, me dispuse a preparar una pequeña maleta con la ropa más precisa. Cogí mi móvil y la documentación, eché la última mirada a la que fuera mi casa durante tantos años, y, decidida a no volver la vista atrás, salí corriendo lo más veloz que pude para alcanzar la carretera que me alejara de esas personas que tanto daño me estaban haciendo.

No había andado ni 3 kilómetros, cuando detrás de mí, sonó una potente voz masculina, que me sobresaltó. Volví los ojos y encontré la mirada turbia e iracunda de mi esposo. Sus palabras resonaron en el campo como los truenos de una gran tormenta:

– ¿Adónde vas, desgraciada? Vuelve a tu sitio que es lo que debe hacer una mujer de su casa.

Me negué, tratando de soltarme de aquellas garras que me sujetaban los brazos fuertemente. Lo empujé hasta hacerle tambalearse y cayó al suelo, dando su cabeza contra una piedra.

Bramó, me maldijo, y yo seguí negándome a volver a su lado. Entonces recordé otro refrán que no vacilé en espetarle:

A la fuerza, ni el zapato entra.

Eché a correr de nuevo, dejándole blasfemar a gusto pero mirando a todas partes por si me seguía. Creo que más que correr, volaba, porque ni siquiera me di cuenta de que esa mañana no me pesaban los pies como otras veces. Cuando dejé de oír sus gritos me tranquilicé. Frené el paso y al borde de la carretera me paré para tomar aliento y un poco de agua fría que llevaba en la mochila. Nadie pasaba por allí y mi temor era no poder alejarme demasiado del lugar.

Pensé en subir al primer auto que me llevara a otro lugar. Pero me daba terror tanto si el chófer era conocido, como si no lo era. Siendo del pueblo, seguramente diría hacia dónde me había dirigido y pronto me encontraría mi marido. Si era un desconocido quien me ofrecía ayuda… ¿Dónde iría a parar? NO tenía experiencia de la vida; nunca salí de mi aldea natal. Allí me crie y casé; allí empezó mi sufrimiento al lado de un hombre sin corazón. Y precisamente, de ese lugar quería huir para siempre.

Las horas pasaban angustiosas para mí, sin ver un alma por los alrededores. Hacia las seis de la tarde, escuché un ruido de motor cada vez más próximo. Me asusté pensando si sería nuestro coche. Pero al tenerlo ante mis ojos vi que era el de una patrulla de policía. Se bajaron y me interrogaron para averiguar dónde iba.

–¿Podemos ayudarle en algo, señora?

Dudé si contarlo todo o rechazar su ofrecimiento. Temía que me estuvieran siguiendo haciendo cumplir las órdenes de búsqueda de aquel hombre que se empeñaba en poseerme a toda costa.

–Pues… no, gracias, no necesito más que una cosa, y ahí creo que ustedes pueden intervenir en mi favor. Pero temo a mi marido –les dije temblando: Deseo alejarme de él para siempre, por lo tanto, les ruego que no me busquen más.

Uno de los policías escribió algo en su Tablet, y después me aseguró que no iban en mi busca, sino en acto de servicio. Volvieron a ofrecerme su ayuda, y yo se lo agradecí pero desistí.

El otro agente, que hasta ese momento no había despegado sus labios, preguntó:

–Señora, ¿no sería mejor venir con nosotros y poner denuncia en la comisaría si tan mal le trata su marido? ¿Qué va a hacer, sola y sin protección alguna? ¿Dónde piensa ir a pasar la noche?

¡Donde me lleven mis zapatos! –respondí, tajante y segura de mí misma-. Son viejos y están desgastados pero confío en que todavía sirvan para alejarme de aquí definitivamente.

María Jesús Cañamares Muñoz



domingo, 26 de julio de 2020

EL BRAILLE: UN PUNTAZO EN EL CONFINAMIENTO.

Llevamos demasiado tiempo encerrados en casa por culpa de una pandemia que asola al mundo entero. No podemos ir de compras, ni acudir a tertulias o eventos sociales que antes nos permitían relacionarnos con los demás. Hace unos meses no teníamos tiempo para ver  televisión, llamar a un familiar interesándonos por su salud, jugar con los niños… 

Ahora, ese tiempo nos sobra. Sin embargo, las vías para comunicarme con la gente en la distancia me  resultan frías, aburridas. Las voces sintéticas de mi ordenador me molestan.  Prensa y televisión ofrecen una desmesurada información con cifras horrendas de fallecimientos y contagios. NO  soporto los what ssap que me envían con vídeos y fotos que no puedo ver, carentes de textos,  y muchas veces, con bromas de mal gusto. Pero, ¿cómo puedo llenar estos días de soledad obligada? Mi mente está oscura.

De repente, un gran genio llamado Louis Braille, inventor del sistema de lectoescritura táctil que lleva su nombre, basado en tan solo 6 puntos en relieve, y que sacó del  analfabetismo a tantos invidentes hace ya dos siglos.. A mi me trae un rayito de luz:

-¿Dónde están aquellos libros que compraste con la colección “Un libro al mes”, y que dejaste de leer cuando te sumergiste en las tecnologías? ¿Y esas carpetas que contenían tus más íntimos recuerdos de niñez y adolescencia?

¡Bravo, gracias a las sugerencias de Louis, tendría material para entretenerme durante varias semanas! Inmediatamente desconecté la televisión y el ordenador. Subí al trastero de mi vivienda y en cuestión de minutos tuve en mi habitación aquellas cajas llenas de libros, carpetas y recuerdos. Cogí un CD con música relajante y lo dejé sonar.

¡Oh, la carta de Julia, maestra rural del pueblo! Con el alfabeto en mano, ella sola se auto enseñó el Método Braille, y me envió esa misiva que tantos quebraderos de cabeza me dio, al colegio donde yo estudiaba. Intenté leerla en varias posiciones: vertical, horizontal, en perpendicular, pero era imposible descifrarla. Estaba escrita con regleta y punzón, y tras varios intentos llegué a la conclusión de que Julia la había escrito de izquierda a derecha, tal como los videntes escriben con bolígrafo. Por lo que yo debía leerla al contrario, de derecha a izquierda. Tarea ardua con final feliz, ya que pude enterarme de su contenido.

En este otro compartimento, están los interminables ejercicios matemáticos, con ecuaciones y cálculos que Tomás, mi profesor, me ponía,  y que siempre fracasaba con ellos. Ahora pienso cómo sería hacer esos ejercicios en un ordenador. Seguramente, me resultaría imposible, porque no soy capaz de manejar las filas, celdas y columnas del Excel.

Sigo pasando el dedo por los folios, y una carcajada sale de mi garganta resonando en la estancia. ¡Aquí está el trabajo de Pepe! Se lo puse cuando tuve la dicha de ocupar una plaza como monitora de Braille en la Agencia de la ONCE de Cuenca. Debía escribir 5 palabras relacionadas con el código... Una vez acabó me tendió la hoja: Punzón, papel, Perkins, regleta y…

 -Falta una –le dije sonriendo-.

Leyó varias veces las palabras, insistiendo en que estaban correctas, pero ante mi tenaz negativa volvió a entregarme el papel para que  lo repasara de nuevo.

-Falta una. Aquí pone “puta”.

El sonrojo de Pepe y las risas de todos nosotros hicieron historia. Involuntariamente nos regaló uno de los mejores ratos del curso de aprendizaje y yo decidí guardarme aquella reliquia tan divertida.

Sigo leyendo papeles, y a la vez, escucho la música que me reconforta cada vez más. Entonces me doy cuenta de que si en lugar de leer en Braille lo hiciera con los sintetizadores de voz, sería imposible escuchar ambas cosas a la vez, ya que el sonido entraría por el mismo altavoz. El Braille y la tecnología no están reñidos; si van de la mano, si se complementan debidamente, pueden ayudar más y mejor a la persona ciega para formarse, y ser más autónoma. Pero hay situaciones, como la que ahora comento, en que debemos optar por un sistema u otro.

  ¿Y esto, qué es? ¡Ay, aquí está mi librito con los misterios y la letanía del Santo Rosario! Así titulé a ese manuscrito hecho por mí misma con la ayuda del dictado de mi madre. Lo acaricio y tomo la firme decisión de rezarlo cada día después de haber salido a la terraza para aplaudir con toda mi fuerza a los sanitarios y personal que velan por nuestra salud y lo dan todo por salvarnos del coronavirus.

Levanto la tapa de mi reloj, y en su esfera marcada en Braille, leo: las ocho menos cinco. A esta hora, lo dejo todo. Aplaudo con ganas durante un buen rato. Vuelvo al dormitorio y, rosario y libro en mano, rezo fervientemente pidiendo a Louis que interceda ante el Padre, por todos esos enfermos que sufren, familiares que temen por sus vidas, personal sanitario que aun a riesgo de contagiarse, no cesa en su labor incansable para curarlos.

Termino mis oraciones; ceno cualquier cosa, y me meto en la cama con un libro escrito en Braille que ya he leído cien veces, pero leeré otras tantas. Una paz interior, un sosiego como jamás he sentido antes, me invade por completo. Y ahora, más que nunca, comprendo cuánto significa el sistema de lectoescritura para mí. Gracias a él, que siempre está a nuestro lado en los momentos que más lo necesitamos, me siento acompañada por los amigos, profesores, familiares y personajes de los libros a través de la lectura.
Y poco a poco, me voy quedando dormida. Espero gozar de dulces sueños.

Un abrazo muy fuerte.

María Jesús Cañamares Muñoz

jueves, 2 de julio de 2020

Ensayo sobre sordoceguera



Los seres humanos tendemos a presuponer.

Cuando vemos a un chico Down, por ejemplo, creemos desde ya que no nos entenderemos.

Es más cómodo que molestarnos en observar que cosas puede hacer y cuáles no.


En el caso de la sordoceguera también, pues se cree imposible un diálogo.

Con la población con parálisis cerebral pasa lo mismo. No nos detenemos a ver sus capacidades.

Creo yo que es esta la causa de que se tome a la sordoceguera como la situación más temida del ser humano porque, de alguna forma, aísla al individuo.

Nosotros nos comunicamos de manera distinta.


La lengua de señas no nos sirve porque nosotros no las vemos pero hay otros medios.

Si una persona escribe en imprenta mayúscula en nuestra palma entenderemos, siempre y cuando hayamos sido alfabetizados antes de adquirir la pérdida.

Los ciegos de nacimiento reciben el mensaje mediante braille en palma y hay señas táctiles para los Sordos de nacimiento.

Tenemos diferentes métodos de comunicación, pero la sociedad está convencida de que no hay manera.

La misma Helen Keller, una de las mujeres más importantes de la historia de la sordoceguera, en sus primeros años, antes de tener a su maestra, era incomprensible,y creyeron que jamás podría ser educada. Ella misma fue la primera mujer, con su condición, en graduarse en la universidad, fue oradora, escritora, militante política y feminista.

Solo sus padres vieron su capacidad y pudo romper barreras.


Todo esto, solo para manifestar mi convicción de que no se debe presuponer nunca.

Laura Carolina Trejo.




viernes, 14 de junio de 2019

PUEDE SER INTERESANTE


CommCISO Comunicación para Ciegos-Sordos commciso@gmail.com

vie., 7 jun. 14:11 (hace 7 días)
para 
Hola, para mi es un gusto saludarles, me llamo Francisco Garcia, estoy en Colombia, les escribo para dar a conocer un proyecto que estoy desarrollando y que  ofrece herramientas para la inclusión de personas ciegas y sordociegas, se trata del proyecto Braille Hands, que consta de 5 aplicaciones móviles gratis para teléfonos Android y 3 dispositivos electrónicos que opcionalmente pueden adquirir para  conectarse a estas aplicaciones y hacer mas fácil su utilización.

Les escribo con la intención de recibir su apoyo para que este proyecto tenga visibilidad en sus plataformas informativas y de redes sociales así las personas ciegas conozcan de este trabajo y lo puedan aprovechar. De esta manera los miles de visitantes que ustedes reciben en sus sitios webs pueden promover el uso del Braille y de de las aplicaciones que obsequio.  Te dejo mas información debajo de este texto. Un abrazo y que Dios los bendiga.

Esta aplicación ya la puedes descargar gratis de Play Store
Braille Teacher: Aprendes Braille Integral o con estenografía, toda la aplicación te habla y literalmente lo que escribe te lo verbaliza, también te entrenas ya que la aplicación te hace  preguntas,  además, en el teclado Braille escribes lo que quieras y luego puedes compartir en tus redes sociales, enviar mensajes SMS


Esta aplicación esta próxima a lanzarse:
Braille Calclock: Es la única Calculadora Braille del Play Store, te permite hacer cálculos simples desde el teclado Braille que incluye suma, resta, multiplicación y división y calculos mas avanzados como seno, coseno, tangente, y las funciones trigonométricas derivadas de estas.


Estas 3 aplicaciones se lanzan en los meses próximos:

Braille Chess: Aprendes y juegas ajedrez a través de un teclado Braille en la pantalla de tu teléfono.

Braille music: Aprendes la teoría de la música a través de signografía Braille

Braille VioceBook: Puedes hacer que la aplicación te lea el texto de los libros que tu incluyas en formato PDF.

Link donde se explica el funcionamiento de la App Braille Teacher
https://www.youtube.com/watch?v=NSjTWb3-_bc

Link donde se describe como funciona el dispositivo Braille Hands TR
https://www.youtube.com/watch?v=ZnjXfTnhCNA

Link donde se describe como funciona el dispositivo Braille Hands Rx
https://www.youtube.com/watch?v=1nvaMpr2Ag8

Link donde se describe como funciona el dispositivo Braille Hands Tx
https://www.youtube.com/watch?v=RSzjPpPjsBs
https://www.youtube.com/watch?v=Y8wghVJ0ggg&t=18s


Link descarga de Braille Teacher play Store
https://play.google.com/store/apps/details?id=appinventor.ai_inelsoft.Brailles_Teacher

Proyecto Braille Hands
http://www.commciso.simplesite.com

Atentamente
Ingeniero Francisco Javier García Camacho
Celular / whataspp +573127124154
Visite:   http://commciso.simplesite.com/
Calle 29 #19-67 B/Colombina Palmira Valle Colombia
Deja que el Braille hable por ti!

miércoles, 4 de julio de 2018

Quiero compartiros una hermosa carta recibida hoy por el delegado territorial de la ONCE en Castilla-La Mancha, con quien, además de una relación de afiliada-delegado, nos une otra mucho más honda y estrecha que ya dura alrededor de 30 años. Este hombre, siempre me ha apoyado y ayudado en todo proyecto en que me he metido, jamás me ha negado nada. Os pongo en antecedentes porque fuera de la ONCE no creo que muchos conozcan el motivo de esta carta: cada año, la comisión europea de desarrollo y defensa del sistema Braille, convoca un concurso de redacción o relatos sobre lo que ese sistema representa para los ciegos. YO hace seis años tuve la dicha de ganar el primer premio europeo de redacción en Braille, premio que compartí con otra tocaya mía de Salamanca pero que fue una experiencia que por muchos años que viva no podré olvidar. Pues bien, después de ese premio, han sido varias las veces que me he vuelto a presentar. Primero es la ONCE quien selecciona a cinco de los candidatos que nos presentamos a concurso, y esos cinco pasan a la fase final, en cuyo caso competimos con ciegos de toda Europa y es un jurado europeo quien decide finalmente a quién premian o rechazan. Este año he vuelto a ser seleccionada por la ONCE junto a cuatro compañeros más. Primero fue mi director de Agencia, Javier Martínez Eslava, otro gran amigo mío también desde hace años y que al igual que Carlos Javier no deja de estar pendiente de mí un minuto, quien me comunicó la noticia por whatssap. Con una alegría inmensa que le salía por todos los poros de su piel y se le notaba sincera. NO habían pasado dos minutos, cuando Lucía, nuestra profesora de la Agencia, y persona también
entrañable para mí, me mandó otro whatssap para leerme incluso los nombres de los seleccionados. ¡Otra gran defensora del Braille, Lucía, que no cabía en sí de gozo al darme la noticia! Y esta mañana, como os digo recibo la carta que os pego a continuación para compartirla con todos vosotros y que veáis cómo el mejor premio que uno se puede levar, es sentirse querida y valorada. Ahí va.

¡Enhorabuena a esa luchadora del braille!
¡Apreciada María Jesús!:
Una vez que se ha publicado la nota con las obras seleccionadas para representar a nuestro país en el concurso internacional
sobre el sistema braille, me he llevado la gratísima sorpresa de que apareces tú, y no he podido reprimir el impulso de escribirte unas líneas.
En primer lugar, para trasmitirte mi más sincera felicitación, pues a parte de cómo escribes de bien, se nota que las palabras
brotan de ese peazo corazón que llevas contigo. Pero sin duda, tenemos que sumar tu empeño y lucha por defender a esos seis puntitos que nos aproximan
a la Cultura de verdad.
Por otra parte, quisiera darte las gracias por ser una guerrillera del Braille. Necesitamos afiliados que peleen las cosas
desde el compromiso y la lealtad a la ONVCE, que sin duda tiene una apuesta firme por este sistema de lectoescritura, pues no sólo se ha dinamizado con
un método didáctico innovador para los más pequeños, sino que se va a realizar uno similar para adultos, se van a renovar todos los sitemas de transcripción
e impresión y se siguen sumando títulos en braille a la Biblioteca.
En fin, que sólo quería eso, darte las gracias y felicitarte por encontrarte entre las cinco representantes de nuestro país
en el certamen internacional, ya sólo por ello, se ve recompensado el esfuerzo y la lucha.
Recibe un gran ciberbeso y a ver cuándo lo canjeamos por uno algo menos virtual:
Carlos Javier Hernández Yebra
Delegado Territorial
bien. Pues quiero públicamente dar las gracias a la ONCE por cuanto me ha dado: estudios en su colegio de Alicante con unos maestros inigualables. Profesionales en materia de sordo-ceguera que me han enseñado muchas cosas entre ellas informática y que me han hecho pasar momentos inolvidables. Instructores en tecnologías, como mi gran amiga Mercedes Rojas, Eugenio Romero o Luis Muñoz, gracias a los cuales ahora puedo manejar el ordenador, el iPhone y la línea braille. Vacaciones o convivencias pagadas; premios por mis relatos a nivel territorial que también me los he llevado en 2 o 3 ocasiones; una estancia en un piso tutelado con 4 sordociegos más durante tres meses donde lo pasamos genial y vivimos una vida que se aproximaba a la "normal", ya que hacíamos las tareas de casa, salíamos a distintos sitios como todo el mundo hace.... siempre apoyados por personal perfectamente preparado.... Todo esto, y muchas cosas más que seguro se me escapan, me lo ha dado la ONCE sin pedirme nada a cambio salvo mi lealtad a la Entidad. ¡Gracias a los compañeros y compañeras que cada día han pasado frío y calor, estrés y angustias, vendiendo el cupón para que yo pudiera beneficiarme de todo esto... Gracias a la dirección territo
rial de Toledo y al consejo territorial por apoyarme. Y gracias infinitas a mi director de agencia, a Lucía la profesora, a Marisa, nuestra trabajadora social, a Pilar la otra profesora de la agencia de Cuenca: ¡espero poder seguir contando con todos vosotros siempre!

lunes, 12 de junio de 2017

UNA MUJER CON SUERTE

                 Dicen que pocos inmigrantes encuentran la suerte en el país de destino; en cambio yo, me siento una mujer con suerte. Cada mañana, un gallo encerrado en la cajita del despertador, me hace saltar de un sueño profundo a la realidad cotidiana. Bostezo, me restriego los ojos aún semicerrados, recojo mis pocos enseres dispersos por un rincón bajo el puente que hay junto al río: cartones, plásticos… y los escondo bajo un toldo roto que
tiempo atrás arrojaron al agua y pude rescatar para guardar lo acumulado cada día y venderlo a un almacén de reciclado. 

                Me dirijo al Bar Saúl, esperando el desayuno frugal que su dueño me ofrece generosamente desde mi llegada a España hace diez años, procedente de Túnez con la ilusión de tener trabajo y techo, ilusión que se desvanece a diario cuando llamo a alguna puerta. Pero jamás pierdo la sonrisa, esa sonrisa que al dueño del bar parece encantarlo y es lo único que me pide a cambio del desayuno. Yo ya no sé cómo compensar su generosidad;. A  veces me abruma con ella y no tengo más remedio que bajar la cabeza y tomar el manjar casi siempre fuera del local para no importunar. Los clientes son en su mayoría veteranos y me conocen bien. Algunos incluso salen en mi busca si un día me retraso de las 9 de la mañana. Me desean buen día y preguntan cómo estoy, y siempre respondo que maravillosamente bien. ¿Porqué no responder así, cuando ningún dolor me acecha, nadie me molesta, soy libre en la calle sin normas de horarios ni jefes exigiéndome que vista como a ellos les guste;  o que pase miles de documentos del ordenador a un disco, o que limpie x habitaciones en una hora?... Exenta de impuestos, sin personas a mi cargo, cada mañana después de tomar mi suculento desayuno, me digo a mí misma que soy afortunada. 


              Podéis verme en cualquier esquina, en la
parada de autobús,  siempre con la sonrisa en los labios dispuesta a tender mi mano a un anciano que va a subir al vehículo, a una señora cargada de bolsas con compra que no puede con el peso. Para un niño que acaba de caer al suelo lastimándose las rodillas y sangrando, siempre tengo un pañuelo o servilleta con que taponar la herida e impedir el sangrado. Quienes me ven no dejan de sentir lástima, es una lástima, hipócrita y yo lo sé. Porque la imagen que ofrezco no es la mejor:. Me ven siempre con la misma ropa, donada por quienes disponen de más dinero para cambiar su lock cuando se les antoje… 

               Son las cuatro de la tarde, el restaurante El Puchero termina de servir comidas; me apresuro hasta él para ofrecer mis servicios de limpieza a Remedios, su dueña, sin pedir a cambio nada. Pero ella sabe que me necesita, pues las otras dos empleadas son poco eficientes. La señora suele pagarme con un buen menú de dos platos calientes, o un enorme bocadillo que reparto entre comida y cena. Y cuando ya está todo limpito y recogido salgo del restaurante diciendo para mí que soy una gran afortunada. 

                Llegado el anochecer, vuelvo a mi rinconcito frente al puente, saco de un bolsillo el estuche de punto que hice para meter las monedas recogidas a las puertas de las parroquias o teatros, meto la mano, saco un puñado, las cuento minuciosamente…: cinco, diez, treinta… ¡diez euros con noventa y dos céntimos, esas son mis riquezas de hoy, soy una mujer afortunada! –me sigo diciendo-. Me desvisto por completo, cojo la toalla y las chanclas de goma para no clavarme las piedras en los pies, corro a toda velocidad para calentar el cuerpo y estirar las piernas, me sumerjo en el agua helada del río donde al menos me desprendo de los olores desagradables de la sudoración corporal. Cinco minutos bastan para recobrar energía e higiene. Cubro la piel erizada por el frío con la toalla, corro
hasta mi rinconcito, me vuelvo a vestir con ropa limpia, engullo con avidez el trozo de bocadillo sobrante del mediodía, pongo el despertador en hora para las ocho de la mañana, y, pensando en lo afortunada que he sido desde que llegué aquí, me duermo profundamente dando gracias al Ser Supremo que habita en el  Cielo, por seguir viva. 

Autora: María Jesús cañamares Muñoz

sábado, 27 de mayo de 2017

MONÓLOGO EN LA BIBLIOTECA

Un día más me sumerjo entre las estanterías de la biblioteca pública Fermín Caballero de Cuenca para homenajear a los miles de volúmenes que alberga en distintos formatos para satisfacer los gustos y necesidades de sus fieles lectores.  Como forma de homenaje escojo un monólogo que mantengo conmigo misma aunque si alguien me escucha hablar sola, no sentiré ningún pudor. Porque hablar de un
libro es hablar de un amigo, y hablar de un amigo es un orgullo, más aún cuando nos acompaña y comparte  los buenos y malos momentos de nuestra vida.
       Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre; para mí, el mejor amigo es un libro. El discapacitado vive a veces con la apatía y el aburrimiento. Tiene que llenar sus muchas horas de asueto de alguna forma. Pero, en cualquier caso, siempre hay un libro que leer. El libro es nuestro mejor maestro de la vida… Es innegable

Que leyendo siempre salimos más enriquecidos, puesto que nos documentamos. Sobre geografía, si leemos libros de viajes, sobre historia, si versan sobre esta materia, o simplemente sobre la condición humana si escogemos obras
testimoniales o de cualquiera de las relaciones humanas. Leyendo siempre se
aprende algo y nos cultivamos un poco más.

Debo aclarar que debido a mi condición de sordo-ciega, el acceso a la cultura y la información me lo permite siempre un libro en sistema Braille. Los puntos que rodean los dedos de mis manos se convierten en hermosas palabras, éstas en fantásticos paisajes, en buenas y malas gentes que pasan por las páginas del libro como si de un tren se tratase. Mis libros son amor,  odio y cansancio, malestar y bondad, pero sobretodo es una aventura, una especie de Everets que tengo que escalar poco a poco.  Y con el cansancio de haber terminado la lectura de un libro, sin casi darme tiempo a descansar, pongo  las manos sobre otro manojo de puntos, que en palabras vuelven a meterse por los poros de mis dedos, que llegan hasta esa zona de nuestro ser donde las lágrimas, la alegría, las sonrisas se construyen y elaboran. Donde las risas salen a flor de piel.

    Un libro, es un ser vivo, su exterior, las tapas, tienen la suavidad de la piel de una mujer, su interior, Contiene el pensamiento del autor, y lo escrito en él, es el alma, ya que nunca muere, vive en el tiempo infinito.

Durante mucho tiempo hubo dudas sobre la capacidad de lectura de los no videntes y más aún, de los sordo ciegos. Incluso  una revista (Matilda Ziegler Magazine for the Blind) anunciaba en 1907 la publicación de su primer número, perfecto ejemplo de aquella desconfianza Decían textualmente:

“Prescindiremos de muchos poemas y cuentos en los que se alude al sentido de la vista. Tampoco publicaremos alusiones a los claros de luna, los arco-iris, la luz de las estrellas, las nubes o los bellos paisajes, porque solo sirven para acentuar la percepción que tiene el ciego de su aflicción”.

               ¿Aflicción?                ¿Por qué?

Me revelo contra esta idea; me río de quienes piensan que la sordoceguera impide el acceso al universo mental de los que ven y oyen. El silencio y la oscuridad que, según dicen, me encierran, abren mi puerta, de una manera mucho más hospitalaria, a una infinidad de sensaciones que me distraen, me informan y me divierten. Mis tres sentidos restantes y fieles, (tacto,  olfato y  gusto, me guían fielmente en mis excursiones a esa región limítrofe de la experiencia que se encuentra a las puertas de la ciudad de la Luz. Todos tenemos ojos cuando abrimos un libro. Dejamos de lado nuestros problemas, el mundo oscuro donde vivimos, y nos metemos de lleno  en el papel de un personaje. Me pongo en su lugar, veo con sus ojos, escucho con sus oídos, vivo
sus penas o alegrías. Las casas, la gente, las montañas, el mar, las estrellas, las nubes, el arco-iris, todo se presenta ante nuestros ojos, lo imaginamos de una manera parecida al resto de la gente. Por eso es tan importante para nosotros tener los libros a mano.

    La información va del braille a la punta de los dedos, y de ahí a nuestra mente. Un libro, de cualquier índole, es, para mí, una fuente inagotable de conocimientos, a la que estamos invitados todos a beber de ella.
  
     Un libro es cada uno de los infinitos y distintos frutos que proporciona el árbol del bien y del mal que se alza, espléndido, en el mismísimo centro
del paraíso terrenal del conocimiento, plantado, regado, abonado y mantenido por el único y verdadero Dios del saber que adopta nombres y más nombres que vamos archivando en nuestra memoria.
  
    He entrado, sin miedo, en este edén y he sucumbido siempre a la tentación de la maravillosa serpiente de la sabiduría a fin de probar el máximo número posible de los frutos de ese árbol para no hablar por boca ni gusto de otro.

   Por absurdo que parezca, a veces, como lectora enamorada del libro mantengo interminables diálogos con ellos, y hasta los imagino riñéndome porque no los entiendo, riéndose de mí porque lloro con sus historias tristes; o incluso diciéndome con cierta sorna en sus letras:

    -Algunos nos tenéis miedo... Otros, aversión.... muchos, indiferencia... otros gastáis dinero en nosotros, nos vendéis o compráis para llenar armarios enteros y presumir de cultura y luego  nunca entráis en nuestros entresijos.

      Pero, ay de aquellos que, de repente, superando casi el pico más alto del mundo, la fosa más profunda del Pacífico, se arriesga a tocarnos, abrazarnos,
abrirnos, destrozarnos, y finalmente... como una aventura que nunca imaginó, leernos”.
Y no tengo más remedio que darles la razón.

Sí, yo fui una de las afortunadas que, sacando fuerzas de flaqueza, probablemente en alguna tarde de verano, casi sin planteármelo, con más calor que sueño, en alguna de aquellas siestas que la abuela nos recomendaba echar, cogí de las estanterías  un hermoso volumen rojo, donde pondría algo así como "Las aventuras de..." de algunos que luego fueron casi mis compañeros de juego, batalla, amores y guerras: Miguel Strogoff, Robinson Crusoe, o el mismo Silver de la Isla del  tesoro. O, acaso fuese Peeter Pan... Quizá los poemas de Antonio machado… No puedo recordar quién fue el primero, pero sí he volado con los libros hasta lo más alto del mundo, he navegado en tantas procelosas aguas, que casi se me juntan mi realidad con sus letras.

Los libros son esas hermosas Cajas de Pandora que, bajo sus gruesas pastas, sus hojas de presentación y título, nos conducen  por lo que queremos ser, por lo que no sabemos ser, por aquellos mundos imaginados e inimaginables que algún día, cuando de este mundo salgamos, querremos  recuperar.
            
     Algo que sí tengo para mí, es que la eternidad estará llena de vosotros, queridos y hermosos libros. la eternidad existe porque existen los libros que no podemos leer en vida.  Somos eternos, porque no podemos perdernos tanta belleza oculta en los volúmenes.

        Tengo claro que cuando parta de este mundo seguiré leyendo porque el cielo es como la Gran Biblioteca de Alejandría, donde un mosaico de laberintos, formado por cientos y cientos de publicaciones, desde el poema de Gilgamesh, papiros egipcios, libros griegos, hasta nuestra literatura más cercana, todo está allí, y es para disfrutarlo durante toda la eternidad.

Seguiría filosofando sobre vosotros, hermosos
volúmenes que ilustráis esta acogedora biblioteca; pero las normas hay que respetarlas y la bibliotecaria nos ordena salir, pues ha llegado la hora de cerrar.

-Tranquila, -le digo hablando en voz alta por primera vez desde que entré aquí-, ya me voy, pero déjame despedirme de todos estos tomos que tantas horas de mi soledad han llenado, y que he acariciado con mis manos.


Dame tiempo para prometerles que mañana y pasado y todos los días de mi vida volveré a visitarlos, acariciarlos, y en mis despedidas les mostraré mi gratitud infinita por haberme dado su saber, les diré  una y otra vez cuánto significan para mí, y finalmente les diré cómo los quiero.

domingo, 8 de enero de 2017

Vuelta al mundo de los sonidos

Cuando una persona nace sin visión el sentido del que más información recibe es el oído. Nunca me importó ser ciega, pues a través de los sonidos me orientaba bastante bien y pude hacer una vida casi normal como cualquier persona sin limitaciones. Pero a mis 12 años todo cambió por completo a causa de algún medicamento que poco a poco fue minando mi nervio auditivo. Varios otorrinos diagnosticaron hipoacusia bilateral. Fue un golpe para toda mi familia y, evidentemente, para mí: tenía que dejar los estudios porque no oía a los profesores y en aquel entonces tampoco teníamos intérpretes ni profesionales dedicados a nosotros. Me era difícil integrarme en la sociedad por no poder seguir las conversaciones, en una palabra, me sentí aislada del mundo, hasta que en los años 80 alguien movió fichas en una partida que todavía hoy seguimos jugando e intentando ganar.

En la ONCE hicieron un censo de personas sordociegas, reuniéndonos un grupito reducido en Madrid para formar lo que hoy es ASOCIDE (asociación de
sordociegos españoles). Lo más gratificante fue comprobar que hay miles de personas en mi misma situación y que no por ello se han hundido. Hemos realizado convivencias, conferencias, donde entre todos hemos clamado por una sociedad más comprensiva y tolerante. La comunicación tanto entre nosotros como con el mundo exterior es la barrera más grande a la que nos enfrentamos porque dependiendo de muchos factores que van desde el momento en que adquirimos la sordoceguera hasta el grado de ésta, usamos distintos sistemas de comunicación. 

Así pues, s

e formaron profesores, guías intérpretes, mediadores, y a día de hoy aunque sabemos que queda muchísimo camino por andar, un camino lleno de estigmas, prejuicios pero también de sendas bonitas, lo cierto es que hemos avanzado mucho en recursos, educación y cultura. Mi hipoacusia y la necesidad de comunicación corrían parejas a lo largo de mi vida. Así, con entereza y dificultades he logrado acabar mis estudios primarios y adentrarme en el mundo de las tecnologías, lleno de grandes sorpresas y posibilidades para nosotros.


Con apoyo de la ONCE me introduje en la Informática y hoy puedo manejar un ordenador que, a través de una línea Braille y con el lector de pantalla llamado Jaws me permite acceder a la prensa, chatear por Skype, utilizar correo electrónico, etc.. Una vez diagnosticada mi hipoacusia, me vi cada vez más obligada a usar el tacto, tercer sentido más importante para las personas que no ven ni oyen. Mi mundo está en mis manos, en mis dedos.

Según pasaban los años, fui necesitando audífonos de mayor potencia, hasta el punto de que hace un año ya no percibía los sonidos agudos, había olvidado el canto de las aves que tanto me cautivó siempre, o el tictac de un reloj. ¿Qué iba a pasar dentro de 5 años más? ¿Acabaría sin oír absolutamente nada? Esto me aterraba, sin ver ni oír mi día y mi noche serían una misma cosa… En la consulta del doctor Denia Lafuente, me atienden desde hace unos 30 años con visitas anuales completas y un trato extraordinario. El doctor y su audioprotesista Nadia debieron pensar lo mismo que yo y desde hacía 4 años me sugerían el implante coclear. Yo había presenciado dos casos en que éste fracasó y no me seducía para nada la idea por más que me aseguraban que las tecnologías habían avanzado mucho desde aquellos años en que mis compañeros se implantaron. Les fui dando largas pero ellos no cejaron en su empeño.

Y en 2014, justo el día en que cumplí 51 años, ya no me perdonaron ni uno de mis argumentos en contra del implante. Casi me imponían hacérmelo, algo que me ponía tensa y sentía ganas de decirles que ya no volvería a su consulta. Pero en casa reflexionando veía que solo querían mi bien, pues a ellos nada les suponía mi negativa o mi disposición a la cirugía. Me sentí desconcertada, indecisa. Mi familia y amigos eran dispares en sus opiniones y esto aún me desorientaba más. El doctor Denia ya había colmado el límite de su paciencia, y sin más dilaciones me derivó al equipo de especialistas en implantes del hospital Ramón y Cajal. También dentro de este equipo las opiniones eran distintas: mientras unos me aconsejaban implantar el oído izquierdo por donde sí oía pero no entendía nada, otros se decantaban por el derecho, pues por él sí entendía y decían que el rendimiento sería mayor. Las pruebas a las que me sometieron me clasificaron como apta para el implante. El equipo médico me animaba a ello, mientras que Yo no lo tenía tan claro pero sabía que era el último recurso para no quedarme sorda completamente. Así, el último día de consulta antes de ir al quirófano, el doctor Polo me pidió tomar una decisión, y en caso afirmativo firmar el consentimiento para operarme. Llena de dudas y miedo, en un arranque de valor decidí dar el paso, y el 16 de Octubre del año pasado a las 7 de la mañana ingresé en la unidad de implantes cocleares de ese hospital acompañada por mi hermana presente en todo este reto, a la que horas después se unió también una de nuestras tías.

La habitación era individual y más parecía la de un hotel que la de una clínica, con todas las comodidades que se puedan pedir. Cuando toqué el trozo de cabellera que me habían rasurado para colocar el dispositivo, el pánico se debió reflejar en mi cara, provocando la carcajada de mi hermana y del peluquero; no podía imaginar ese trozo totalmente calvo y además en sitio tan visible…. A las 12 de aquella hermosa mañana, mientras yo permanecía bajo los efectos de la anestesia, los doctores Polo, Vaca, Molina, Pérez y la logopeda Auxi me devolvían la vuelta al mundo de los sonidos, las ganas de vivir, pero yo no lo comprobaría hasta un mes después cuando me conectaran el dispositivo externo al interno. Recibí el alta al día siguiente, a la semana, me quitaron todos los puntos y me dejaron el oído izquierdo –el implantado- incomunicado, lo pasé mal porque con mi audífono no alcanzaba apenas a entender a la gente pero no había otra que aguantar un mes hasta que pudieran conectarme el implante, ya que la parte interna se comunica con la externa por un imán.

El 11 de Noviembre fue el gran día: ni por casualidad esperaba nadie que desde el primer instante pudiera yo entender palabra; nos equivocamos. La primera palabra que mi implante captó fue el saludo de Auxi, al que yo respondí inmediatamente, Llenas de emoción las dos, ella corrió a llamar a mi hermana que esperaba en la sala. Seguramente tan nerviosa como nosotras. Su "Hola, son Mari Carmen" fue captado por mí nítidamente; aún hoy, mientras escribo este relato, corren lágrimas de gratitud y emoción hacia ella y el equipo médico que realizó este milagro. Al ver que las entendía, mi hermana y la logopeda no sabían dónde poner los ojos, aquella experiencia jamás la olvidaremos ninguna de las tres, supongo. Con los hombres lo pasé mal los primeros días, ya que sus voces las percibía afeminadas y en más de una ocasión creí que quien me hablaba era mujer.

LOGOPEDAS NO FALTARON

Además de la inconmensurable Auxi, logopeda del Hospital y que todavía hoy me atiende, no me faltaron voluntarios que me dedicaron muchas horas de su tiempo para practicar incluso por Skype. Amigos y familiares, han sido fundamentales en mi rehabilitación dedicando muchas horas de su tiempo a hablarme para practicar y desarrollar la audición, ¡cuántas gracias tengo que dar
a todos! Es imposible describir la ayuda recibida aun empleando todas las palabras de los diccionarios.

Hoy día, ya puedo entender prácticamente a toda la familia, conversar por teléfono y lo mejor es que oigo sonidos que hace medio año era impensable oírlos. Parecía tan difícil... y se hizo la luz, no la luz no. Era casi más íntimo, más dentro de mi piel y de mis venas. La oscuridad de mi oído dio paso a los sonidos, ¿acaso de esos grajos a los que tanto tiempo hace que añoro su canto?... Disfruto muchísimo al abrir mi ventana y escuchar de nuevo a los grillos, el tictac del reloj, la música que me gusta y que antaño escuchaba con dificultad… Por supuesto, sigo siendo hipo acústica, pero ahora, bromeando, digo que soy más atrayente. Porque nunca he sido agraciada pero tras el implante digo que lo soy: físicamente porque al llevar imanes atraigo más, y también por la curiosidad de ver el dispositivo y probar si los entiendo se me acerca mucha más gente que antes. Y moralmente, porque he sido agraciada con un  premio gordo: ¡la vuelta al mundo de los sonidos!

A partir de ahora, cuando se ha cumplido un año desde aquel inolvidable 16 de Octubre, mi mente solo se ve ocupada por un reto más: implantarme el oído derecho cuanto antes y con el mismo equipo. Es mi única ilusión, ¿la podré llevar a cabo?

miércoles, 14 de septiembre de 2016

HONRANDO A SANTA TERESA Y A LA SOLEDAD


Resultado de imagen de Santa Brígida
Brígida Birgersdotter, conocida como Santa Brígida de Suecia
Jábaga y Villanueva de la Jara son los dos únicos pueblos de Cuenca que honran a Santa Teresa de Jesús. Hace ahora 412 años que la Santa entró en Villanueva de la Jara para fundar el Convento de los Descalzos y proseguir su labor de fundadora en otros puntos de España. La estela teresiana debió dejar una huella profunda por estos contornos de Jábaga, que son la puerta de la Alcarria, para que los jabagueños tomasen a Teresa de Jesús como Patrona no sólo de sus fiestas, sino de sus desvelos, de sus peticiones diarias. Y junto a Teresa, honráis también en el día de la Candelaria a Santa Brígida, pues si por la Candelaria / plora o no plora, / en Jábaga hay fiestas, / entonces y ahora.
Pero entre febrero y octubre, tenéis otro alto en el camino en pleno estío, a mediados de agosto, para honrar al Santo Cristo.