domingo, 14 de febrero de 2021

Jábaga, ¡qué bello eres!

Bello y majestuoso; así luces tu imagen, con tus

callejuelas de antaño convertidas en calles perfectamente asfaltadas. 

Con tu Iglesia Parroquial de estilo románico. 

Tus ermitas también romanas de san roque y san Bartolomé. 

La extensa dehesa poblada de robles y pinos, que es tu mayor riqueza natural.

Tal vez, inmersa en el dolor por la pérdida de un ser querido, mi padre, que, igual que el resto de la familia, nació en tu seno y descansa en tu camposanto, no sea ésta la carta perfecta que te exprese la dimensión de mi amor por ti.

Como hija y vecina, te adoro. 

Has sido mi cuna y quisiera que me acogieras en tu seno para mi último descanso. 

En estos momentos de ausencia forzada por las


circunstancias que me rodean, te añoro, te extraño, te lloro ¡y te quiero más que nunca!

Ansío volver a pasear por tus caminos rústicos, de bellos paisajes, sombreados por esos pinos, encinas o robles centenarios plantados por mis antepasados con sus propias manos y con todo el cariño posible. 

Anhelo respirar ese aire puro impregnado de fragancias de romero, jara, tomillo o la resina de los pinos, que despiertan mis sentidos. 

Pero a la vez, el patente declive de tu población, me duele; me duele como una gran espina clavada en el corazón. 

La impotencia para frenarla me pesa como una losa marmórea inamovible. 

Y los recuerdos de tiempos pasados pero mucho más felices me arrebatan el sueño de la noche y la paz del día. 

Me veo de niña corriendo por tus callejones y jugando por los corrales. 

Me veo en la escuela peleando con otros niños. 

O en la era de mis abuelos envuelta entre el trigo y el polvo; revocándome en un carro o montando en Manolo, el burro paciente y bueno de mi abuelo Constantino. 

Y todos estos recuerdos y añoranzas me ayudan a pasar los días, las semanas, los meses fuera de tu seno, contando las horas que faltan para volverte a ver. 

Sueño con ese día en que la imponente escultura de Don Quijote, me recibirá a la entrada anunciándome que estoy de nuevo en mi pueblo. 

La distancia que hoy nos separa me parece abismal pero mi amor hacia ti es inconmensurable.

Y vivo constantemente pensando en ti, porque vivir así, ¡es morir de amor!

María Jesús Cañamares Muñoz

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