... labios dejando escapar ligeros sonidos que logró hacer pasar
por oraciones. Al problema de la sordera se añadió enseguida el de una miopía
extrema que dificultó el aprendizaje de la lectura labial.
De aquella época, recuerda su lucha por demostrar a los
compañeros del colegio que era un chico normal. Dice que acabaron aceptándolo
porque jugaba bien al fútbol, aunque, dadas las dificultades para comunicarse
con él, le hablaban poco. "La relación con mis hermanos", añade,
"paliaba ese vacío".
A los 15 años perdió la visión del ojo izquierdo, pese a lo
cual terminó el bachillerato elemental y comenzó a ir y venir de Barcelona,
donde su problema con la vista era tratado en la clínica del doctor Barraquer.
"Mi madre", recuerda, "se volvió sobreprotectora y no quería que
fuera en bici ni que jugara al fútbol, pero yo me rebelaba".
A partir de entonces, completamente sordo y medio ciego,
tuvo que abandonar los estudios y comenzó a echar una mano en la tienda de su
padre. Aunque muy poco dado a la autocompasión, se refiere a aquella época, en
la que empezaba a interesarse por las chicas, con cierto desgarro. Se recuerda
viendo pasar a la gente al otro lado del escaparate de la tienda, mientras sus
amigos permanecían en el colegio. Finalmente, dada la frecuencia de los viajes
a Barcelona, la familia decidió trasladar su negocio a esta ciudad, donde
Daniel comenzó los estudios de delineante y decoración (ambos a distancia), sin
terminar ninguno por los problemas relacionados con la vista. Sí logró sacar
adelante, en cambio, los de grabación de datos. Una vez aceptadas sus
limitaciones, y en un intento por adaptarse a las circunstancias reales, empezó
a frecuentar la asociación de sordos y a aprender la lengua de signos en
compañía de sus hermanos.
En la asociación hace nuevos amigos con quienes va de
excursión y practica el montañismo. De aquel tiempo, que discurría despacio,
recuerda el gusto por los largos paseos. A veces entraba en librerías donde
permanecía horas (una de sus frustraciones es no haber podido estudiar
Filosofía y Letras), aunque raramente podía comprar un libro. Desde el punto de
vista sentimental, la situación era de desastre. Conserva de sí la imagen de
una persona divertida, pero con dificultades para atraer a las chicas, que se
asustaban ante el problema de la sordera, acentuado por unas gafas de 25
dioptrías.
A los 23 años conoció a Asun, una chica oyente de su pueblo
y amiga de su hermana menor, con la que se casaría cuatro años más tarde. Dice
que hacían una excelente pareja, aunque los dos tenían un carácter muy fuerte.
Entretanto, la ceguera, pese a las operaciones sucesivas, fue avanzando, de
modo que a los 32 años ya no veía más que luz y unos meses más tarde era ciego
total. Así las cosas, el matrimonio decidió volver a Badajoz, pues la vida en
una gran ciudad, dadas las circunstancias, resultaba insoportable.
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