Por: Madreselva
Una llamada a altas horas de la noche lo despertó.
Era Julia, joven madre que luchaba por la custodia de su hijo. Las lágrimas en su voz eran desgarradoras. Eduardo sabía que debía ayudarla.Durante semanas, trabajó incansablemente en el caso. Revisó
montañas de documentos, interrogó testigos y se enfrentó a un abogado de la
parte contraria que no le ponía las cosas fáciles. Sin embargo, estaba decidido
a dar lo mejor de sí.
La audiencia final llegó, y el abogado se levantó para
argumentar su caso. Habló con seguridad y convicción, defendiendo la causa de
Julia con todas sus fuerzas. Al finalizar su discurso, ella lo miró con ojos
llenos de gratitud.
Después de un largo proceso, el veredicto llegó. Eduardo ganó el caso. Julia recuperó la custodia de su hijo. La alegría en el rostro de la madre era indescriptible. Eduardo también se sintió victorioso, no por la gloria, sino por haber sido un defensor de la esperanza.
Años después, recibió una carta de agradecimiento de Julia.
Le contaba cómo su hijo crecía feliz, y cómo la victoria en el caso cambió sus
vidas para siempre. La carta concluía con estas palabras: “Eduardo, fuiste el
abogado del turno de oficio que nos devolvió la esperanza. Gracias por creer en
nosotros cuando nadie más lo hizo”.
Él guardó esa carta en su escritorio como recordatorio de
por qué había elegido ser abogado del turno de oficio. No importaba la falta de
reconocimiento público o los premios; lo que realmente importaba era la
capacidad de cambiar vidas y ser el defensor de aquellos que más lo
necesitaban.
Madreselva es seudónimo de María Jesús.
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