Algunos dirán: ¿y a mí,
qué me cuentas? Vale, pero otros tantos convendrán conmigo en que esto no se
vive todos los días, y cuando sucede merece ser contado o compartido.
Por una parte, ayer hizo
un año que me conectaron mi segundo implante coclear. Y aunque los
resultados no van tan deprisa como con el primero, he de seguir dando gracias a
Dios, al Doctor Denia y Nadia por
ponerme en las manos del equipo de
implantes del hospital madrileño Ramón y Cajal, y a mi hermana que fue la que
en ambas ocasiones se tragó todo el marrón del acompañamiento a las pruebas,
las noches en el hospital ayudándome, las curas que me las ha hecho ella
solita, el rollazo de leerse las instrucciones para poderme explicar el manejo
de los aparatos, el sacrificio de quedarse todos en casa mientras yo lo he
necesitado...
NO puedo por menos de dar
las gracias a todos por haberme posibilitado
el oir mejor.
el oir mejor.
Y siguiendo con las
emociones, ayer disfruté de un día inolvidable de reencuentros con un amigo de
mi infancia al que hacía más de cuarenta
años que no veía.
años que no veía.
Dicen que los verdaderos
amigos son aquellos que están en lo bueno y lo menos bueno, y así es porque
este reencuentro se lo debo a otros grandes amigos que, cada uno a su manera, lo han hecho
posible. Vicente Parra y Amparo, su mujer, no pararon en
todo un año hasta
lograr traer a Jábaga a Suso y su esposa, pues sabían las ganas que yo
tenía de verlos y recordar aquellos tiempos tan felices. Y Carlos y Mari Luz,
amigos comunes de todos nosotros, nos brindaron su casa, donde comimos,
charlamos y reimos durante ocho horas que jamás olvidaré.
¡Gracias a todos por
este regalo tan precioso!
Os quiero.
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