Hola, mi
gente: sé que os tengo un tanto abandonados, pero no me voy a excusar; porque
mi ausencia se debe en parte a mi sordera, en
la que he retrocedido (o adelantado, según se mire) mucho. Pero como
digo, la sordera no es excusa para cumplir con mis obligaciones, y una de ellas
es trabajar este blog del que se encarga Javi más que yo.
Os cuento
así resumido, que ya me he hecho el implante coclear. Después de pensármelo
muchísimo y pasar todo el miedo y la incertidumbre que os podáis imaginar, el
16 de Octubre fui operada por un equipo de otorrinos altísimamente
cualificados. En el hospital Ramón y Cajal de Madrid, a las 12 de la mañana, se
me colocó el aparato interno, y al día siguiente me dieron el alta.
Mi familia
estuvo en todo momento a mi lado, mis amigos desde la distancia, me animaron
hasta la saciedad, afirmando alguno que “ellos sabían que iba a salir todo
redondo” como así ha sido.
Yo no lo tenía tan claro pero sabía que era el
último recurso para no quedarme sorda completamente. Como os digo, me dieron el
alta al día siguiente de operarme, a la semana, me quitaron todos los puntos y
me dejaron el oído izquierdo –el implantado- incomunicado, lo pasé mal porque
con mi audífono derecho no alcanzaba apenas a entender a la gente pero no había
otra que aguantar un mes hasta que pudieran conectarme el implante, ya que la
parte interna, que consta de 24 cablecitos o electrodos, se comunica con la
externa por un imán.
Al mes de
operada fue el gran día y el gran momento: ni de casualidad esperaba nadie que
desde el primer instante pudiera yo entender ni palabra; nos equivocamos. La
logopeda me empezó a hablar y yo repetía lo que ella decía, eso sí, fallaba
mucho pero entendía también mucho más de lo normal.
La emoción nos embargó a
mí, a la logopeda y a mi hermana quien en todo momento ha estado a mi lado, y a
la que desde aquí quiero agradecer su inestimable ayuda, su desvelo en el
hospital conmigo, sus viajes acompañándome a todas partes dejando su trabajo y
su casa por venir conmigo. Sin el apoyo de mi familia, el implante no habría
llegado a mi cabeza.
Pues como
iba diciendo, al ver que las entendía, mi hermana y la logopeda no sabían dónde
poner los ojos, aquella experiencia jamás la olvidaremos ninguna de las tres,
supongo.
Cuando llegué a su casa, mis sobrinos y cuñado, como cosa nueva,
dejaron sus estudios o sus descansos
dedicándome muchísimas horas a hablar conmigo, a pesar de que a mi sobrina, a
mis padres y a mi cuñado no los entendía apenas.
Desde siempre a quien mejor
entiendo es a mi hermana y sobrino pero no será porque los demás no se
esforzaron mucho, dando como fruto el que ahora mismo ya entiendo a
prácticamente toda la familia, y lo mejor es que oigo sonidos que hace medio
año era impensable oírlos. Por ejemplo disfruto como loca del canto de los
pájaros, oigo el tictac del reloj, etc.
Quiero
compartirlo con todos vosotros, mis queridos seguidores, mi querida familia
biológica y virtual; quiero agradeceros a todos vuestra constancia y tesón por
animarme, y ahora soy yo quien animo a todos los que padezcan hipoacusia, a que
se sometan a esta maravilla maravillosa porque nada tienen que perder y quizá
mucho que ganar.
A todo el
equipo médico que me operó; a mi otorrino de toda la vida Dr. Alfonso de Denia,
a Nadia su enfermera, a toda mi familia y amigos: ¡GRACIAS INFINITAS!