Como cada día vengo a esta
portería para desempeñar mi trabajo. Me preocupa Lucía; ¡pobrecilla, qué bien
le queda su nombre! El sol brillaba para ella hasta hace un año en que sus ojos
dejaron de ver la luz afectados por un glaucoma.
Parece que el mundo tampoco quiere saber de ella; no recibe visitas, ni
llamadas telefónicas de los que antaño
fueron sus amigos. Desconfía de todo y de todos; sólo una persona la visita un día en semana cargada de
equipaje. Pero…, ¡esperen, luego les sigo contando, se han colado por aquí
cuatro… “desconocidos”!
¡Eh!, ¿adónde van?
¡Al séptimo, a visitar a lucía Sordo del Ojo!
¿Pueden identificarse, por favor? Si no lo hacen, no suben.
Yo me llamo Braille; soy un sistema táctil para que Lucía lea y
escriba. NO me mire con esa cara asustada, mujer;; esos agujeros que ve en mí
los hizo Louis braille, mi difunto padre. Era un portento de inteligencia,
¿sabe? Quedó ciego a los 3 añitos y me creó a mí con el encargo de que sacara a
sus colegas de la ignorancia y les abriera la puerta a la cultura y la
formación. Con papel, una pauta, punzón y sólo seis puntitos, le puedo decir
muchísimas cosas –dice uno de ellos muy ufano.
Nosotros somos Jaws, Talks y NVDA –dicen los otros tres- Somos
lectores de pantalla, parlantes como puede oir.
NO habían formulado la última palabra, cuando el llamado braille se metió descaradamente en los
botones del ascensor; los otros lo siguieron con igual desenfado, hablando como
loros.
¡Oigan, alto!, ¿porqué se instala ahí sin permiso, señor braille?
¿porqué se lleva detrás a sus compañeros?
¡Porque Lucía nos necesita, señora!
¡Salgan inmediatamente! –grito furiosa.
¡Sí, no se preocupe; saldremos
en cuanto cumplamos nuestro cometido.
Dicho esto, el ascensor arrancó dejándome plantada en mi portal.
No, eso no podía ser; tenía que subir,
¿qué se habían creído?
Pero, ¡Dios mío!, ¿qué pasa aquí?: Braille corría por la casa,
metiéndose en la despensa y agarrándose a todo frasco o lata que encontraba; en
las cajas de medicinas que lucía tomaba; en sus perfumes… ¡NO podía creer lo
que veía! Los otros tres gritaban como posesos:
¡Escritorio, presentación en lista, mis documentos: uno de veinte
–decía Jaws-.
¡Bandeja de entrada, mensajes, fulanito de tal!: dos de seis –cantaba
NVDA-.
¡Llamando a Mercedes tiflo,
opciones: tecla uno, llamar; tecla dos cancelar, -vociferaba talks-.
Lucía reía y saltaba como una niña, y yo me ofuscaba por momentos, pues
no salía de mi ignorancia en todo este asunto. Le Pedí explicaciones pero su
risa fue la respuesta. En cambio la oí decir:
¡Socorro, Mercedes, ven, por favor, pon orden en casa; la portera está
histérica y yo no puedo callar a estos lectores!
¡Menos mal que al fin, alguien me explicaría qué estaba sucediendo!
Al poco, llegó Mercedes, y subimos juntas al séptimo,. Por el camino me
iba explicando que ese alboroto se acabaría en cuanto ella pusiera orden y
dijera a cada cual el papel que habría de desempeñar en la casa para que Lucía
fuera independiente. Ella nos recibió esta vez con un regocijo que me exasperó,
pues con el vocerío y las risas teníamos a varios vecinos asomados a la puerta,
con caras de asombro unos, y de malhumor otros. Mercedes ordenó.
¡Calma, todos a sus sitios! Señor Braille: Usted es el rey de la
casa, el jefe de la banda; sin su
orden, nadie ha de moverse. Lucía usará todos los instrumentos con su ayuda; no
se mueva de sus medicinas para que no se equivoque al tomarlas. Ni se le ocurra
borrarse de las latas de conservas, porque algunas, no puede comerlas. Tiene
que estar presente en los comicios electorales, porque ella nunca ha ejercido
su derecho de decidir quién quiere que nos gobierne; sin usted, no puede votar
secretamente como nosotros. NO se vaya de sus libros, porque ahora va a leer y
estudiar por sí sola.
Señor Jaws: métase en esa máquina, y cuando salga algo en la pantalla,
léalo con su potente voz de eloquence o con la que quiera, pero lea
absolutamente todo, incluso lo que Lucía escriba. Si lo necesita, el amigo
Braille estará con usted para que ella lea con los dedos en su línea braille cuanto dice el ordenador.
Señor NVDA: tiene la misma función que su compañero Jaws, solo que
cuando él hable, usted estará callado. Hágase a la idea de permanecer en un
segundo plano.
A NVDA esto le debió parecer muy mal, porque a nadie le gusta estar
en segundo plano; emitió una especie de rugido, pero la hábil Mercedes, dándole
un “botonazo”, lo dejó mudo.
Señor Talks: usted tiene la obligación exclusiva de permanecer en este
teléfono siempre, y sólo hablar cuando se le pida. No salga ni moleste a sus compañeros.
¡Tecla uno: sí; tecla dos: no! –dijo talks divertido ante tanta orden.
Mercedes dio rápidamente a la
tecla uno, y Talks calló.
YO no salía de mi asombro al ver
a Lucía en una nube de felicidad. Hacía tiempo que no la veía sino llorar
lamentando su ceguera. Me abrazó
estrechamente y en ese abrazo también se unió mercedes, la Instructora Tiflotécnica
de la ONCE.
Ahora sí que soy afortunada; podré volver a mis estudios y a mis
juegos; cocinaré porque tendré recetas de cocina en braille, parlará mi
termomix y podré saber los colores de mi ropa poniéndole etiquetas con Braille… ¡ahora
podré ser independiente, gracias a todas estas ayudas que cambiarán mi
vida completamente!
Señores lectores: queden ustedes con Dios, que yo me voy corriendo a la
ONCE para aprender el sistema braille; vayan a saber si algún día no puede
pasarme a mí como a Lucía, y no quisiera estar desprevenida.
Relato de María Jesús Cañamares Muñoz